Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 19 de julio de 2025


Cuando el cochero te trajo a casa y Glave corrió a buscar a Walker, yo me imaginé que morirías antes de que llegase. No sentía palpitar tu corazón, y estabas completamente helado. ¡No adivino quién puede ser el infame que me ha herido! grité. ¡Por Jacob! que si lo pillo, me parece que allí mismo le retuerzo su precioso cuello.

De las muchas luces nebulosas que vi en la esquina de Hyde Park, tengo un recuerdo claro; pero después de eso mis sentidos parecieron quedar atontados por la neblina y por el dolor que sufría, y no recuerdo nada más de lo que sucedió, hasta que de nuevo abrí penosamente los ojos y me encontré en mi cama, brillando a través de la ventana la hermosa luz del día, y vi a mi lado a Reginaldo y a nuestro antiguo amigo Tomás Walker, cirujano de la calle Reina Ana, de pie, observándome con profunda gravedad, que en aquel momento me pareció humorística.

Nosotros, por cierto, no le dijimos nada a Walker sobre nuestra curiosa investigación, porque considerábamos en ese momento que el asunto era estrictamente confidencial. El hablaba de mi herida de un modo jocoso, declarando que muy pronto recuperaría mi salud, si es que tenía un poco de paciencia.

Sin embargo, debo confesar que había muy poca gracia en la situación. Walker estaba confundido, verdaderamente confundido. Mientras había estado yo inconsciente, él me había curado la herida, después de haberla examinado, supongo, e inyectado varios antisépticos.

Por consiguiente, permanecía solo la mayor parte del día, teniendo a Glave para que cuidase y supliese mis necesidades. De cuando en cuando venían a verme algunos amigos, conversando y fumando un rato conmigo. Así pasó el mes de marzo, siendo mi convalecencia mucho más lenta de lo que Walker había pensado al principio.

Reíanse los caballeros oyendo a Leopoldina, y ella les tiraba de los botones del chaleco, llamándoles indecentes. ¡Ah, si tuviera ella pantalones!... Y casi, casi, estaba por ponérselos como Miss Walker, la médica del Serrallo de Túnez, que paseaba en aquellos días los boulevards con calzones zuavos y chambergo.

Los días iban transcurriendo pesados, largos y cansados, días sombríos de principios de primavera, durante los cuales me revolvía en la cama, impaciente, desesperado e impotente. Ansiaba poderme levantar y actuar con actividad, pero Walker me lo prohibía. En cambio me traía libros y diarios, y ordenaba tranquilidad y absoluto descanso.

Había mandado llamar también, para consultar, a sir Carlos Hoare, el muy distinguido cirujano del Hospital de Charing Cross, y ambos habían estado grandemente confundidos en presencia de mis síntomas. Cuando, una hora después, me sentí suficientemente fuerte para poder hablar, Walker me tomó la muñeca y me preguntó lo que me había sucedido.

Palabra del Dia

godella

Otros Mirando