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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Lo peor del caso es que aun después de hallarse la familia con el agua al pescuezo, todavía la tarasca aquella tan fashionable encargaba vestidos á París, invitaba a sus amigas para un five o'clock tea, ó imaginaba cualquier otra majadería por el estilo.

Se había educado en Inglaterra, y había viajado mucho por Europa, con largas detenciones en París, en Baden-Baden, Monte Carlo y otros sitios no menos famosos de recreo. De todas estas excursiones y paradas había sacado copiosos frutos, como lo acreditaban sus vicios dominantes, sellado alguno de ellos en la cara con hondas cicatrices, y en el cráneo con una calva precoz.

El señor de Tragomer nos acompañará, pues á Marenval le creo muy deseoso de volver á París. Véngase usted, Tragomer, decían los cow-boys; iremos hasta las altas mesetas á tirar á los bisontes.

Si el embajador, Hamza-Bajá, se hubiese encontrado en París, hubiera zanjado la cuestión sin duda alguna, imponiendo su autoridad; pero, desgraciadamente, desempeñaba al mismo tiempo las embajadas de Francia y de Inglaterra, y se hallaba entonces en Londres.

Si el extranjero no saliera á la calle más que en las horas indicadas, tendria harto motivo para decir despues en su tierra que Paris era una inmensa fonda. Recorriéndolo á una hora cualquiera, tendrá motivos para decir que, llegada la hora de comer, esta ciudad es una inmensa tribu errante. Lo declaro sin escozor.

Después de nuestro viaje a Trembles, y sobre todo desde nuestro regreso a París, había adoptado el temperamento de dejarme proceder sin tutela fuera la que quisiera su opinión respecto de mi conducta. Eran ya las tres o las cuatro de la madrugada. Estábamos como olvidados en un saloncito en donde algunos jugadores obstinados se retardaban todavía.

Años antes la había visto en una comida en la Embajada de España en París, cuando ella estaba recién casada e iba con su marido a ocupar la Legación española en una corte de la Europa septentrional.

Al estudiar las estadísticas se ve que la corrupcion se propaga rápidamente en Paris, y á la manera de una asquerosa lepra, que amenaza consumir el cuerpo social.

Digo lo que antes dije de la Ville de Paris: es seguro que ha consumido un capital de alguna cuantía.

Así pasaba las horas, recordando romanzas de su juventud, casi ignoradas por la generación que había seguido á la suya, ó repitiendo la música que era de moda cuando ella huyó de París. Muchas veces, entusiasmada por estas evocaciones del pasado, sentía la necesidad de unir su voz á la del instrumento.

Palabra del Dia

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