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Actualizado: 15 de julio de 2025
El señor de Tragomer nos acompañará, pues á Marenval le creo muy deseoso de volver á París. Véngase usted, Tragomer, decían los cow-boys; iremos hasta las altas mesetas á tirar á los bisontes.
Lionel Gould un nombre de teatro había sido estudiante; pero su afición á la vida intensa y á las novelas de aventuras le hicieron abandonar la casa de sus padres á los diez y siete años, yéndose á Texas para llevar la existencia ruda de los cow-boys que tantas veces había admirado en los libros. A los veintidós años, otro cambio de aficiones.
Y designaba con los ojos a los ocupantes de la mesa inmediata. Gente buena, pero escandalosa continuó ; cow-boys en traje de domingo, que van a estudiar la ganadería de las Pampas; comisionistas de Nueva York, que sacan a puñados los billetes de Banco de los bolsillos del pantalón y necesitan cantar a cada momento para que se fijen en ellos... Ya se han bebido seis botellas y roto dos.
La había llevado á ver una aventura sorprendente de «El rey de las praderas», y cuando el héroe lanzaba su mirada de angustia, miss Craven le preguntó en voz baja, con temblores de emoción: ¿Qué le parece?... ¿Verdad que es muy guapo?... La acompañante movió la cabeza. Sí, guapo; pero muy ordinario. Ella no amaba los cow-boys.
Hubo que hacer esfuerzos para apaciguar a los cow-boys, que encontraban el juego muy de su gusto.
Á no ser por el diablo de mi suegro y de sus cow-boys de hijos, te hubiera presentado yo mismo sencillamente y de muy buena gana, y hubieras participado de mi buena fortuna. Eso se hace entre amigos, sobre todo de viaje. Tragomer dejó pasar unos instantes y después, como si le acometiese de nuevo la curiosidad, preguntó: ¿Dónde conociste á Jenny Hawkins! ¡Ah! ¿eso te preocupa?
Palabra del Dia
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