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Juan del Laurel, estudiante de derecho nominalmente y por accidente, era de profesión «un joven de talento». Bastaba mirarlo para comprenderlo así, pues llevaba los signos de su profesión en su indumentaria y sus modales... El joven de talento era por entonces ¡más altas acciones lo esperaban! poeta decadente y modernista.

Dicen que estremecía ver aquel atrevimiento; y un libro viejo cuenta que era «horrible y espantoso, que llena de congojas y asusta el mirarlo». Los ingleses creen que el juego del palo es cosa suya, y que ellos no más saben lucir su habilidad en las ferias con el garrote que empuñan por una punta y por el medio; o con la porra, que juegan muy bien.

Comparolo a grandes grupos de bollos, pegados unos a otros por el azúcar; después de mirarlo mucho por segunda vez, comparolo a una gran escultura de perros y gatos que se habían quedado convertidos en piedra en el momento más crítico de una encarnizada reyerta. Sentémonos en esta ladera dijo y veremos pasar los trenes con mineral, y además veremos esto que es muy curioso.

Aunque del estrecho de Magallanes é islas del Fuego nos es importantísimo un verdadero y exacto reconocimiento, por si permite puertos que nos faciliten aquel pasage á la mar del sur, no debe despreciarse el golfo de San Jorge, que está situado á los 45 grados y minutos, para mirarlo con la indiferencia que hasta aquí.

En la taberna de Paula todo era falsificado; ella compraba lo peor de lo peor y los borrachos lo comían y bebían sin saber lo que tragaban, y los jugadores sin mirarlo siquiera, fija el alma en los naipes. El consumo era mucho, la ganancia en cada artículo considerable. Por eso no había prendido ya fuego a la taberna con todos los ladrones dentro.

El rubor no podía manifestarse en aquel rostro arrebolado por el llanto; pero su gesto, sus ojos, el tono de su voz, repelían con indignación y vergüenza la sospecha del príncipe. Siguió hablando en voz baja, apresuradamente, sin atreverse á mirarlo, como la penitente que desea terminar cuanto antes una confesión penosa.

El cielo, la vida, las gentes, todo se tornó a sus ojos sombrío, negro, al par que hondo, misterioso y lleno de sentido. Trató de mirarlo todo con una mirada semejante a la de la muchacha. Y todo se le presentó bajo un aspecto nuevo.

Te juro que mi voluntad no tenía arte ni parte en ello. Obraba por una fuerza superior que me arrastraba a pesar mío. Dejé el vaso sobre la mesa, lo contemplé un instante con sorpresa, lo levanté para mirarlo al trasluz... Nada, ni el más mínimo signo que denotase que allí estaba la muerte. Lo puse sobre la bandeja y me encaminé con él hacia el gabinete sin darme cuenta de lo que hacía.

¡Ah! señor Macey, vos y yo somos dos dijo Ben, ligeramente indignado por aquella crítica meticulosa . Cuando tengo delante de un jarro de cerveza, me gusta beberlo y hacerle bien a mi estómago, en lugar de oler el líquido y de mirarlo con los ojos muy abiertos para ver si no tengo algo que observarle a su fabricación.

4 Y yo lloraba mucho, porque no había sido hallado ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. 5 Y uno de los ancianos me dice: No llores; he aquí el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, que ha vencido para abrir el libro, y desatar sus siete sellos.