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Por ahora, lo que tienes es un miedo atroz a la fantasma de tu mujer. No es miedo; pero no quiero que pudiendo evitarlo nos den una desazón en tonto. ¿Y dónde me dejas el tratarnos a cuerpo de rey? Chica, ¡qué cuarto! Hay un sofá retorcido para sentarse dos y comerse a besos... Nada más que mirarlo da vergüenza. Lo que dará serán ganas de sentarse. Anda, paloma, ¿vendrás?

¡Jordán! ¡Jordán! clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra. Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dió un alarido de horror. ¡Soy yo, Alicia, soy yo! Alicia lo miró con extravío, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Pues esa mancha negra, mi señora doña... espantos sin substancia, es un magnífico pinar, y de mi legítima pertenencia, como la huerta y lo que sigue hasta él... ¿estamos? y aunque algo triste de color, no es para que nadie enferme al mirarlo, y mucho menos una res brava de ciertas espesuras que yo me . ¿No es verdad, Nieves?

Cuando se siente amor al arroyo, no produce bastante satisfacción el mirarlo, estudiarlo y pasear por sus riberas; se siente la necesidad de mayor intimidad con él, sumergiéndose en sus aguas. Como nuestros antepasados, nos convertimos en tritones.

En seguida se informó de la salud de Maurescamp, añadiendo: No por qué os lo pregunto, no hay sino mirarlo... su salud es admirable. ¡Es un hombre magnífico... magnífico! Da gusto ver un hombre así... ¿Y vuestro hijo? preguntó Juana . ¿Cómo está? ¿Mi hijo?... ¡Ah! él es otra cosa... delicado de naturaleza... ya sabéis, artista, pero en fin, ¡sino fuera más que eso!

Los dos rieron con un regocijo infantil. Habían retrocedido hasta donde aguardaba el caballo, y Celinda se apresuró á montar en él, como si se considerase humillada y desarmada permaneciendo á pie. Además, «el gringo», á pesar de su alta estatura, quedaba de este modo con la cabeza al nivel de su talle, lo que proporcionaba á Flor de Río Negro la superioridad de poder mirarlo de arriba abajo.

Vete á jugar, repitió la madre, pero no te internes mucho en el bosque, y ten cuidado de venir en el instante que te llame. , madre, respondió Perla, pero si fuere el Hombre Negro, ¿no quieres permitirme que me quede un rato para mirarlo con su gran libro bajo el brazo? Vete á jugar, tontuela, dijo la madre impaciente, no es el Hombre Negro. Ahora puedes verlo por entre los árboles.

Por lo mismo; porque vos no sois vuestra siendo mía, os lo digo: que si yo no os amara... Oíd: el alma... lo que se llama alma, tiene más de una corcova. No os entiendo. Quiero decir... que lo mejor que puede hacer una criatura, es enderezar su alma. ¡Ah! Si vos no fuérais quien sois... Don Francisco dijo la condesa , mirarlo debísteis antes; vos me caísteis como llovido.