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Actualizado: 22 de junio de 2025


Estoy convencido de que los primeros días no enfermé por un esfuerzo extraordinario de la voluntad. Constantemente estaba febril, mi cabeza ardía; de noche no podía dormir y caía en un estado de abatimiento profundo. Al amanecer, a la hora de diana, me levantaba con las ropas húmedas y el pelo mojado; sentía dolores en todas las articulaciones y una gran postración.

El buen comandante me levantó la cara, roja de confusión, y me contestó sencillamente: Está bien, le aconsejaré, que vaya a Laponia. ¡Cuánto os quiero! exclamé con los ojos llenos de lágrimas y estrechándole la mano. Decidle que no permanezca mucho tiempo en las chozas de esas gentes; no sea cosa que enferme. Dicen que apestan. Mi tío llegaba.

Casome Aurelio con él; Que hasta tanto que tuviese La bendición de la Iglesia No fué posible moverme. Dos meses fué mi marido. ¿Que no se supo en dos meses? No, padre, porque el peligro... No hay cosa que más enferme. Pues como me vi casada, Y que casarme pretendes, Dime la muerte, y estoy A donde imaginar puedes.

¡Una barbaridad!... ¡ché... dar de a tres años de ingeniería juntos... y estudiar veinte horas diarias! ¡Qué exageración! ¡Bueno: diez y nueve!... Da gracias a Dios que pudiste substraerte a esa vida. No tuve más remedio... cuando me enfermé. ¡Qué enfermedad, ni qué embelecos! ¡ eres más sano que yo! y lo has sido siempre.

Una hora más tarde me llamaron á cenar. ¡Otra vez capón, otra vez pepitoria y otra vez arroz con leche! Aquel cuadro me espantó. Fingíme muy malo, y creo que lo estaba, dado que de susto también se enferme un hombre, y me largué á la cama, donde tampoco fuí feliz, porque, apenas me hube dormido, comencé á soñar que comía capón, pepitoria y arroz con leche.

Aunque el cuerpo decaiga, envejezca y enferme, el alma, inmortal, sigue amándola. El alma inmortal es alma de mujer o de hombre, y a veces imaginaba yo que esta diferencia de inmortal duración hacía también inmortalmente duradero e invencible el amor que una mujer me había inspirado.

Pues esa mancha negra, mi señora doña... espantos sin substancia, es un magnífico pinar, y de mi legítima pertenencia, como la huerta y lo que sigue hasta él... ¿estamos? y aunque algo triste de color, no es para que nadie enferme al mirarlo, y mucho menos una res brava de ciertas espesuras que yo me . ¿No es verdad, Nieves?

Nos habíamos reunido todos después de la comida y mi pobre padre recordó la vez aquella en que también allí mismo nos habíamos congregado con otro objeto, cuando me enfermé en el camino y fui traída a la casa de ustedes. ¿Y no recuerda que el señor Seton pareció poner en duda la afirmación de mi padre, que declaró tener ya una fortuna de cincuenta mil libras?

Palabra del Dia

rigoleto

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