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Le manifesté que me era imposible saber quién era, a lo cual replicó él, insistiendo: Cuando regrese, vigile los movimientos de su titulado amigo Seton, y entonces puede ser que tenga oportunidad de conocer a su amigo, cuyo retrato le he mostrado. Una vez que esto suceda, escríbame, y déjemelo a mi cargo.

No comprendo lo que quiere usted decir le dije, resentido de ver la acusación que hacía a mi más íntimo amigo. Seton ha sido mejor amigo que yo para con el pobre Blair. Fray Antonio se sonrió de un modo extraño y misterioso, como sólo el sutil italiano puede hacerlo. Pareció compadecerse de mi ignorancia, y tuvo deseos de burlarse de mi fe en la sinceridad de Seton.

Luego añadió, volviendo a sus observaciones anteriores. ¿Por qué habla usted de su deuda para con él, señor Seton, cuando yo bien que usted, con el fin de poder pagar la pensión de mi colegio en Bournemouth, vendió su mejor caballo, y no pudo, por consiguiente, gozar de sus cacerías esa temporada?

No fue hasta casi un año después que usted y el señor Seton tuvieron la generosidad de ponerme en la escuela, en Bournemouth, cuando mi padre consiguió descubrir lo que había andado buscando durante tres largos años, pues él siguió solo sus fatigosas excursiones.

En cuanto a lo que se refiere a Dawson, ese es otro asunto distinto; pero mi amigo Seton no será, tenedlo por seguro, olvidado, ni vos tampoco personalmente, como fiel poseedor del secreto. Toda recompensa o regalo que se me pueda hacer es para mi Orden fue la tranquila respuesta del varonil monje.

Un momento después fue introducido a nuestra presencia, y, saludándonos, exclamó, con una sonrisa: Supongo, caballeros, que tengo que presentarme yo mismo. Me llamo Dawson, Ricardo Dawson. Y yo soy Gilberto Greenwood dije con cierta frialdad. Mi amigo, aquí presente, se llama Reginaldo Seton.

Yo rió; yo casi tanto como usted por una parte, mientras que por la otra mis conocimientos se extienden algo más allá que los suyos. Todo lo que puedo decirle, es que he observado, y, por lo tanto, he sacado mis conclusiones. ¿De que Seton no era su amigo? , de que Seton no era su amigo repitió lenta y muy claramente. Pero por cierto que usted no le hace una acusación directa exclamé.

Con el fin de explicar la verdad sencilla y llanamente, debo, en primer lugar, decir que yo, Gilberto Greenwood, era un hombre de escasos recursos, a quien una tía, ascética y de la iglesia bautista, pero poseedora de una pequeña fortuna, le había dejado una renta vitalicia; mientras mi amigo Reginaldo Seton, a quien conocía desde niño, cuando juntos habíamos estado en Charterhouse, era hijo de Jorge Seton, dueño de un negocio de encajes de la calle Cannon y concejal de la Municipalidad de Londres, el que murió dejando a Reginaldo de veinticinco años, con una pesada carga de deudas y un negocio anticuado y noble, pero que iba decayendo rápidamente.

Pero decirle, en confianza, que el total de esta fortuna pasa derecho a su hija, exceptuando varios legados, entre los cuales están incluidas diez mil libras para el señor Seton y otras diez mil para usted; dos mil para la señora Percival, y algunas pequeñas sumas para los sirvientes. Pero añadió, hay una cláusula en el testamento muy enigmática, y que le afecta a usted íntimamente.

Yo previne a Blair de que tuviera cuidado de los dos añadió, recordando de pronto, según parece, su carta. Pero me alegro que haya usted reconocido a uno de estos dos individuos cuyas fotografías le he mostrado. Ha dicho usted que se llama Seton, ¿no es así?