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Los hermanos rozaban sus harapos de golfos libres con el uniforme, que les admiraba, y no sabiendo qué decir al asilado, enseñábanle en silencio sus juguetes groseros, sus tesoros, los relucientes botones de soldado, los naipes rotos, los trompos, las «estampas» de un periódico ilustrado, guardadas, en sudorosos pliegues, entre la camisa y la carne.

Los veintitres cuadros que forman esa coleccion fueron elaborados durante un encierro voluntario á que se condenó el piadoso artista, asilado en el convento de capuchinos de Sevilla. Es bien sabido que Murillo nunca empezaba una obra sin haber comulgado, lo que prueba cuán hondamente lo impresionaba el sentimiento religioso.

No veo aquellos muros que consagró la historia, Cuando asilado en ellos ejército estrangero El pueblo omnipotente, con ademan severo, Hizo rendir la espada del bravo Berresford. La Fortaleza de Buenos Aires, antigua morada de los Vireyes.

El cual no se dio cuenta de aquella caída brusca desde las grandezas de pensionista a la humildad del asilado. El patio es estrecho. Se codean demasiado los enfermos, simulando a veces la existencia de un bendito sentimiento que rarísima vez habita en los manicomios: la amistad. Aquello parece a veces una Bolsa de contratación de manías. Hay demanda y oferta de desatinos. Se miran sin verse.

Cullen, el secretario de López en la época de la muerte de Quiroga, y que a la de López queda de gobernador de Santa Fe, por disposición testamentaria del finado, es depuesto por Rosas y sacado al fin de Santiago del Estero, donde se ha asilado, y a cuyo gobernador manda Rosas una talega de onzas o la declaración de la guerra, si el amigo no entrega a su amigo.

No veo aquellos muros que consagró la gloria Cuando asilado en ellos ejército estrangero, El pueblo omnipotente con ademan severo Hizo rendir la espada del bravo Berresford; No veo el foro inmenso do fueron nuestros padres A usar de los derechos que Dios les concedia, Ni el balconage rústico donde el Cabildo un dia La gran soberanía del pueblo proclamó.

Baltasar, desde los tiempos en que vivió asilado en San Francisco, se había entregado con pasión al culto de Baco, y es fama que labró sus mejores efigies en completo estado de embriaguez. Hace poco leí un magnífico artículo sobre Edgardo Poe y Alfredo de Musset, titulado El alcoholismo en literatura. Baltasar puede dar tema para otro escrito que titularíamos El alcoholismo en las bellas artes.

Y comenzó para Maltrana la vida de asilado: una existencia de sumisión, de disciplina, endulzada por el estudio y por los goces que le proporcionaba su superioridad sobre los compañeros. Los maestros mostraron por él gran predilección. El director, con toda su grandeza, que le hacía ser considerado en la casa como un ser casi divino, le conocía y se dignaba recordar su nombre.

Quedose ante el asilado sin saber qué decir, sonriéndole con sus ojos de bovina mansedumbre, con su fiero mostacho de veterano, y al fin le acarició la nuca con una manaza dura, en la que el yeso marcaba con entrecruzados filamentos las escamas de la piel. Que sigas siendo bueno dijo con voz fosca y lenta que parecía salir de lo más profundo de su vientre . Que no disgustes a tu pobre madre.