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Actualizado: 20 de octubre de 2025


Tampoco el hombre "no" advierte del tiempo la brusca huida, ¡que al par que le da la vida, le va arrastrando a la muerte! Contemporáneo. Natural de la Pampanga. Lentamente se mustian mis pobres ilusiones Tristemente se mueren mis ensueños en flor... Y en todas mis endechas y en todas mis canciones Solo hay cantos de pena y quejas de dolor.

Después la brusca parada en vísperas de ascender a coronel; la parálisis a consecuencia de una insolación que venció al brillante oficial, a él, a quien las balas enemigas habían dejado en pie. Después la despedida al regimiento, a la vida activa y brillante, el retiro, la enfermedad, la miseria... Raynal no tenía más que su sueldo.

Era aquél un débil subterfugio, pero a Godfrey no le gustaba mentir, y como sabía que ninguna duplicidad puede prosperar mucho tiempo sin la ayuda de palabras falsas, no tenía a su disposición ningún efugio imaginado de antemano. ¿Que no lo sabéis? Yo voy a deciros por qué ha sido, señor. Habéis hecho de la vuestra, y para eso comprasteis su silencio dijo el squire con una penetración brusca.

Únicamente desea que le permitas tratarte algún tiempo; y si al cabo le consideras merecedor de tu mano, se la otorgues, y si no, se la niegues. Pues negada desde luego, y sin necesidad de trato replicó con firmeza la joven. Es muy pronto eso dijo Gonzalo sonriendo para disimular la irritación que aquella brusca respuesta le había producido.

De este modo justificó la brusca partida de su marido, porque Godfrey se había dirigido derecho hacia la puerta, incapaz de decir una palabra más. Nancy y Godfrey se volvieron a su casa en silencio, bajo la luz de las estrellas.

Un ángulo de la tapicería estaba doblado hacia adentro; él lo cogió maquinalmente e hizo dar a la tela brusca socollada. Entonces sucedió un hecho harto extraño: envueltas en una nube de polvo, inesperadas, sorprendentes, salieron por debajo de la colgadura innumerables polillas.

A veces esta brusca revuelta dependía de una palabra, de una idea caprichosa que pasaba volando por su espíritu, como pasa un pájaro fugaz por la inmensidad del Cielo.

Y, muy dichosa, me precipité como una tromba en el cuarto de la abuela, que está al lado del mío. Sorprendida por mi brusca invasión la abuela no puede acostumbrarse a mis modales de torbellino la encontré enredada en las bridas de su cofia de dormir, y tratando de sujetársela en la cabeza del modo que convenía a la solemnidad de las circunstancias.

El pueblo posee las verdades grandes y en bloque, y a él acude la civilización conforme se le van gastando las menudas, de que vive. De repente Fortunata vaciló en su ánimo. Parecía una fuerza nerviosa que caía en brusca sedación. La otra, en cambio, se creció de repente por una sacudida de su conciencia. «Ya no más, no más mentira. No puedo, no puedo...».

Seremos amigos ¿verdad? le dijo la hermosa dama reteniéndole por la mano . Muchos recuerdos a su hermanita. Necesito darle una satisfacción de aquella brusca y extraña visita, y se la daré. Dígale usted que uno de estos días la voy a sorprender en medio de sus faenas caseras.... Me interesan ustedes muchísimo, dos hermanitos tan jóvenes viviendo solos.... Adiós, Alcázar: lo dicho.

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