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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Este aplomo soberano irritaba visiblemente á la señorita Helouin, pero, al mismo tiempo, la domaba; sin embargo, si sólo hubiera arriesgado perderse con su cómplice, no dudo que le hubiera prestado inmediatamente, y con más razón, un servicio análogo al que me había dispensado la víspera; pero era probable que, cediendo á su celosa cólera y confesando su ingrata duplicidad, se perdiera sola; y tenía toda la inteligencia necesaria para comprenderlo.
Esta duplicidad que hace honor á la audacia del señor de Bevallan, pasa, so color de amable familiaridad, con una política y un aplomo, que engañan fácilmente las miradas poco atentas ó demasiado cándidas. La señora de Laroque, y en particular su hija, son completamente ajenas á las perversidades de este mundo, y viven demasiado apartadas de toda realidad para sentir la sombra de una suposición.
He aquí el lado flaco, exclamó el magistrado. Así sucede siempre. En todos estos asuntos de reivindicación de inocencia hay siempre un punto en que todo se viene abajo y en que se manifiesta la inverosimilitud de la tesis. Véase el asunto Lesurques. ¡Cuántos esfuerzos por obtener su rehabilitación! Todavía hay gentes que creen en la duplicidad de la persona de Lesurques.
Era aquél un débil subterfugio, pero a Godfrey no le gustaba mentir, y como sabía que ninguna duplicidad puede prosperar mucho tiempo sin la ayuda de palabras falsas, no tenía a su disposición ningún efugio imaginado de antemano. ¿Que no lo sabéis? Yo voy a deciros por qué ha sido, señor. Habéis hecho de la vuestra, y para eso comprasteis su silencio dijo el squire con una penetración brusca.
Recuerda si en alguna ocasión te aconteció ser testigo presencial de cómo ese mismo objeto, la Rúa Ruera, suscitó duplicidad de imágenes e impresiones en dos observadores de genio contradictorio; y tú ahora amalgama aquellas imágenes e impresiones.
Aunque Fabrice no abría jamás las que recibía su mujer, no era verosímil que el marqués escribiera a Beatriz sin tomar excepcionales precauciones, y fue así que al cabo de algunos días llamó la atención de Calvat el gran número de las que llegaban en esta forma: «Señora Jacques Fabrice; para entregar a la señora vizcondesa de Aymaret»; y estimularon tanto más sus sospechas, cuanto que la letra parecía evidentemente contrahecha: decidióse a abrir una, y encontróse con que, efectivamente, era toda del puño de Pierrepont: he aquí su contenido: «Querida Beatriz, sí, esta existencia de engaños y traiciones es indigna de nosotros y me complace que opines sobre este punto como yo... En tanto que esta situación se prolongue, nuestra dicha no será más que una vana ilusión, nuestro amor no será otra cosa que un continuo sufrimiento... ¿Y no hemos ya sufrido demasiado?... Cree firmemente que soy tan incapaz como tú de buscar frases hipócritas para engañar mi propia conciencia... Somos culpables, lo sé, pero, ¿qué crimen de amor pudo encontrar mayores excusas?... ¿Se cruzaron jamás entre dos corazones honrados y sinceros parecidas fatalidades?... Sí, somos delincuentes, pero somos también al propio tiempo víctimas de la contraria suerte... Sería realmente vergonzoso y criminal perseverar en esta vía de abominable duplicidad... ¡Huyamos, pues!... ¡Te lo ruego, alma mía, dígnate consentir!... Confía en mí... he tomado todas las medidas... Todo cuanto un hombre puede hacer, otro tanto haré yo para que tu destierro sea un destierro de encantos... ¡Te adoro!
No, en esos límpidos ojos, en esa purísima frente, en esos labios francamente amables, no podía haber la menor huella de engaño o duplicidad. En el fondo de esos clarísimos ojos no se descubría la menor de aquellas turbadoras y fugitivas fulguraciones que son indicio de mentira.
Había en aquel momento un terror en su alma: era que la mujer no estuviera realmente muerta; terror culpable, huésped demasiado odioso para que encontrara refugio en el alma buena de Godfrey. Pero la naturaleza de ningún hombre puede protegerlo contra los malos deseos, cuando su dicha depende de la duplicidad. Bueno, bueno dijo el señor Crackenthorp , salid al vestíbulo.
Palabra del Dia
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