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Actualizado: 20 de julio de 2025
Las imágenes entraban, digámoslo así, en su cerebro violenta y atropelladamente con una especie de brusca embestida, de tal modo que él creía chocar contra los objetos. Las montañas lejanas se le figuraban hallarse al alcance de su mano, y los objetos y personas que le rodeaban los veía cual si rápidamente cayeran sobre sus ojos.
«¡Albricias! le dijo de buenas a primeras, tomándole las dos manos y apretándoselas mucho . Papá ha tenido una carta del Canónigo... Papá se propone hablar a la marquesa de Aransis. Todo se arreglará... Esto va bien. ¿No lo dije yo?». Isidora quedó tan turbada por esta irrupción brusca de buenas noticias, que no acertó a decir nada. Miraba embebecida a Joaquín.
Sin duda la misteriosa entidad gnómica, que entretenía su soledad subterránea cantando tristes amores, se había asustado de la brusca interrupción del hombre, huyendo a las más hondas entrañas de la tierra, donde moran, avaras de sus propios fulgores, las piedras preciosas.
Entrase en negociaciones: se desearía dulcificar la sentencia. ¿No será bastante un mes? Empero el muy entendido doctor insiste. Cree que una estancia demasiado corta hace más daño que bien. La impresión brusca, violenta, de los baños, sin preparativo de ninguna clase, es más bien propia para trastornar la salud, aun la más robusta.
Godfrey sabía todo eso y lo comprendía tanto más cuanto que había tenido el fastidio de ser testigo de los accesos de cólera brusca e implacable de su padre, accesos ante los cuales su irresolución habitual lo privaba de toda simpatía. Pero no criticaba la indulgencia culpable que los precedía; esa indulgencia le parecía bastante natural.
Esta brusca e inesperada arremetida desconcertó por completo a Jacobo, y mordiéndose los labios, dijo amargamente: ¡Política romana, con todas sus intransigencias!... ¡Política bismarckiana! la tuya, con todas sus criminales, ¡nótalo bien!, ¡sus criminales condescendencias!...
Por eso continuaba admirando en su joven amigo la fiera independencia del carácter, la increíble fuerza de que había dado muestras para salir triunfante en la lucha por la existencia que para él había sido tan ruda, la brusca franqueza de su palabra propia del hombre primitivo nacido para el combate.
Y no era ya su novio infantil, sino Julio Lagos el amante que en su visión interior bajaba con ella al sepulcro, besándola sobre los ojos; y entre la masa negra de los cipreses, huía el sudario del otro. De pronto, en una brusca caída a la realidad, la sacudió el traqueteo y el ruido más fuerte del tren.
A la puerta del cuarto se despidió el marqués, deseándole buenas noches y añadiendo con brusca cordialidad: Mañana tendrá usted su equipaje.... Ya irán a Cebre por él.... Ea, descansar, mientras yo echo de casa al abad de Ulloa.... Está un poco.... ¿eh? ¡Dificulto que no se caiga en el camino y no pase la noche al abrigo de un vallado!
Su brusca y misteriosa salida de la cárcel, el conocimiento de Bozmediano y el aturdimiento producido por sus palabras, le impidieron por algún tiempo darse clara cuenta de su difícil y rarísima situación. Pero cuando se vió solo y anduvo un buen rato, empezó á comprender que no tenía á donde ir, ni á quién dirigirse, ni con quién vivir.
Palabra del Dia
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