United States or Sweden ? Vote for the TOP Country of the Week !


Esta brusca e inesperada arremetida desconcertó por completo a Jacobo, y mordiéndose los labios, dijo amargamente: ¡Política romana, con todas sus intransigencias!... ¡Política bismarckiana! la tuya, con todas sus criminales, ¡nótalo bien!, ¡sus criminales condescendencias!...

Sucedió, pues, que, saliéndose una mañana a imponerse y ensayarse en lo que había de hacer en el trance en que otro día pensaba verse, dando un repelón o arremetida a Rocinante, llegó a poner los pies tan junto a una cueva, que, a no tirarle fuertemente las riendas, fuera imposible no caer en ella.

Digo, pues, que, cuando dieron la señal de la arremetida, estaba nuestro lacayo transportado, pensando en la hermosura de la que ya había hecho señora de su libertad, y así, no atendió al son de la trompeta, como hizo don Quijote, que, apenas la hubo oído, cuando arremetió, y, a todo el correr que permitía Rocinante, partió contra su enemigo; y, viéndole partir su buen escudero Sancho, dijo a grandes voces: ¡Dios te guíe, nata y flor de los andantes caballeros! ¡Dios te la vitoria, pues llevas la razón de tu parte!

¡Oh!, entonces el furor del infeliz don Mariano estalló terrible y alborotado como el del mar en momentos de borrasca, como el de un volcán en erupción. Su atlética figura cayó sobre el grupo de curiosos que tenía más cerca y lo deshizo del primer empuje, volcando a los hombres por el suelo cual si fuesen de paja. Los que quedaron en pie huyeron, sin esperar la segunda arremetida.

Decir esto, y como cobijarse el maligno gozque con ligereza y travesura del mismo diablo, fué todo un punto, no habiendo arremetida en que no dejase alguna prenda por despojo bajo la salvaguardia del soldado, volviendo a la carga más desesperadamente, brincando, latiendo, lanzándose y agazapándose, siempre huyendo y siempre burlando los quites y reparos de aquella gente salteada.

Finalmente, don Quijote, encomendándose de todo su corazón a Dios Nuestro Señor y a la señora Dulcinea del Toboso, estaba aguardando que se le diese señal precisa de la arremetida; empero, nuestro lacayo tenía diferentes pensamientos: no pensaba él sino en lo que agora diré: Parece ser que, cuando estuvo mirando a su enemiga, le pareció la más hermosa mujer que había visto en toda su vida, y el niño ceguezuelo, a quien suelen llamar de ordinario Amor por esas calles, no quiso perder la ocasión que se le ofreció de triunfar de una alma lacayuna y ponerla en la lista de sus trofeos; y así, llegándose a él bonitamente, sin que nadie le viese, le envasó al pobre lacayo una flecha de dos varas por el lado izquierdo, y le pasó el corazón de parte a parte; y púdolo hacer bien al seguro, porque el Amor es invisible, y entra y sale por do quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus hechos.

La cabra de trémulo balido y cuernos inútiles veíase metida sin defensa en el antro de la pantera, y allí sufría la arremetida que quebraba sus huesos con espeluznante crujido, hundiendo la bestia sus zarpas en las entrañas de la víctima y el hocico en su sangre humeante.