Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 26 de mayo de 2025
El atril del piano sostenía un grueso y manoseado tomo de melodías de Schubert, y de uno de sus candelabros colgaba, suspendido por el elástico de goma, un precioso sombrerillo de raso pálido, con plumas coquetamente rizadas y anchas cintas de seda algo ajadas en el sitio donde se formaba el lazo.
Viejo, calvo y horriblemente descarnado, el tercer jinete saltaba sobre el cortante dorso del caballo negro. Sus piernas disecadas oprimían los flancos de la magra bestia. Con una mano enjuta mostraba la balanza, símbolo del alimento escaso, que iba á alcanzar el valor del oro. Las rodillas del cuarto jinete, agudas como espuelas, picaban los costados del caballo pálido.
Le miraba como un mueble más de su casa que todas las tardes venía a colocarse ante su paso; un autómata que se presentaba para pasar horas y horas contemplándola, pálido y emocionado, con el encogimiento de la inferioridad, contestando sus palabras muchas veces con simplezas que la hacían reír. Su ironía y aquella franqueza de que hacía gala, le herían cruelmente.
Dejole al cabo de un rato Marroquín, pero tan estropeado y maltrecho, que en vez de reírse de la broma, comenzó a toser y a quejarse; la verdad es que estaba muy pálido: «¡Barájoles! esto pasa de broma, Sr. Marroquín. ¿Pues no estaba V. haciendo lo mismo con D. Leandro? Pero yo no le apretaba con todas mis fuerzas, como V. ha hecho conmigo.»
Yo no sé lo que te digo, Marianela, porque la onda de mis emociones me anonada y confunde, haciendo imposible todo discernimiento claro y ordenado. Acumula todos los amores que han merecido el canto sublime de los poetas y de los genios, y no serán, reunidos, pálido reflejo del que yo siento por quien tú sabes.
Así como los joviales espíritus diurnos se alejan con ruborosas alas apenas despunta por Oriente el íncubo nocharniego, el señor Colignon, desasosegado, aturdido y pálido por dentro, pues por fuera no se lo consentía su imposible rubicundez, se despidió y tomó la salida, no sin que Xuantipa le dijese al partir: Con su apoyo contamos, señor Coliñón, y Dios se lo premiará.
Leonor se quedó sentada en su sofá, inclinada la cabeza y humedecido su hermoso y pálido rostro con las lágrimas que por largo tiempo había logrado contener. De repente se volvió dando un grito. Estaba en los brazos de su marido. Entonces estallaron sus sollozos; pero sus lágrimas eran dulces.
La joven, al ver a Amaury que le ofrecía la mano para ayudarla a echar pie a tierra, no fue dueña de contener un grito de alegría, al mismo tiempo que sus pálidas mejillas, se teñían de un vivo rubor. ¡Amaury! ¡Usted aquí! ¡Dios mío! ¡Qué pálido viene! ¿Está usted herido? No, Antoñita; tranquilícese usted contestó Amaury. Nadie ha resultado herido: ni Felipe ni yo...
Juanito, sin dejar de andar, despertó del extraño sonambulismo que le hacía correr en torno de la ciudad, agitado a cada instante por los más diversos pensamientos. Frente a él perfilábase sobre el cielo de pálido azul la plaza de Toros, con su contorno de circo romano.
Por entre el rasgado de negra nube descúbrese un trozo de intenso azul más allá de un pequeño bosque de álamos cuyas hojas de oro pálido parecen temblar bajo la inesperada luz, mientras sobre unos sombríos nubarrones se destaca triunfante y luminoso el arco iris.
Palabra del Dia
Otros Mirando