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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Aquellos diputados, aquellos escritores, aquellos políticos eminentes que veía en torno suyo, le daban miedo. Pero él tenía mucho corazón, y logró dominarse un poco. ¿Pero cómo iba á empezar? ¿Qué iba á decir? En un supremo esfuerzo de inteligencia recogió sus ideas, formuló mentalmente una oración, miró al auditorio... El auditorio le miró á él, y observó que estaba pálido como un cadáver.

Y el caballo blanco, el rojo, el negro y el pálido los aplastaban con indiferencia bajo sus herraduras implacables: el atleta oía el crujido de sus costillajes rotos, el niño agonizaba agarrado al pecho maternal, el viejo cerraba para siempre los párpados con un gemido infantil.

Acudió éste pálido y temblando y dirigiéndose á la puerta de la casa dijo en voz baja á los recién llegados: No lo encolericéis, mis buenos señores, por el amor de Dios lo pido. ¿Qué decís? ¿De quién se trata? preguntó el barón.

Por debajo de ella se veían moverse unos cuerpos extraños, que parecían de plata fundida, veteados de un verde pálido y con estrías de púrpura. ¿Qué ocurre allí? preguntaron Hans y Cornelio. Se diría que el mar llamea dijo Van-Horn, que se había levantado, aunque sin abandonar el timón. ¿Ocurrirá algún fenómeno desconocido de nosotros? preguntó el Capitán.

Pero por ahora no la veo.... , Remigio, ¿no puede trasladarse aquí? ¿Se ha quedado en la cama? Ahí está el caso, señor , dijo el criado dando vueltas a la gorra y bajando los ojos como si temiese dar una noticia muy grave . La cuestión es que una de las yeguas, la Primitiva, está enfosada. Calderón se puso pálido. ¿Pero no puede venir?

Mas no era el mío, mi adorada amiga, un pálido y pasivo éxtasis delante de su Imagen. ¡No!

Todas las tonalidades del ámbar, desde el gris suave al amarillo pálido, brillaban en aquellos líquidos densos a la vista como el aceite, pero de una transparencia nítida. Un lejano perfume exótico, que hacía pensar en flores fantásticas de un mundo sobrenatural donde fuese eterna la existencia, emanaba de estos líquidos extraídos del misterio de los toneles.

Unos eran opacos é incoloros, otros bronceados y negros; los más se revestían con tintas soberbias, cuyo esplendor desesperaba á los pinceles humanos, incapaces de imitarlas. Un rojo magnífico era la base de esta coloración, descendiendo gradualmente al rosa pálido, al violeta, al ámbar, hasta perderse en el lácteo iris de las perlas y la policromía temblona y vagorosa del nácar de los moluscos.

Estaba pálido, con los ojos hundidos y las facciones enjutas: una cara de hambre y alcoholismo. Al ver a Nogueras hizo un esfuerzo por mostrarse sereno. ¿Y aquélla? preguntó. El doctor mostrose pesimista. «Aquélla» iba muy mal. No la había visto: le faltaba el tiempo; pero el camarada encargado de la clínica tenía pocas esperanzas.

Nos quedamos, pues, sentados el uno frente al otro, separados por el angosto madero de la cama, con los brazos apoyados en el borde, mirando al otro extremo el rostro de Marta, que un movimiento nervioso sacudía a cada instante; sus párpados parecían cerrados, las sombras de sus pestañas descendían hasta muy abajo en sus mejillas; pero, cuando uno se inclinaba hacia ella, veía brillar en el fondo de las obscuras cavidades el blanco de los ojos, con un lustre de nácar pálido.

Palabra del Dia

hociquea

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