United States or Syria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Parodiando en mi pensamiento una sentencia evangélica, me decía yo que para cebar a los cerdos bastan afrecho y bellotas, y que es lástima arrojar perlas en la pocilga. Con todo, otro sentir menos soberbio y de purificante delicadeza agitó por entonces mi pecho.

Parodiando estas palabras, bien podemos afirmar que, tal como hoy van las artes bellas, tener buen gusto equivale á señalarse, no entre diez mil hombres, sino entre cien mil. El origen de esta perversión del gusto no debe buscarse en circunstancias del momento, en defectos de escuela trasmitidos de unos individuos á otros, en extravíos fortuitos.

Cum repeto diem, exclamaba parodiando a Ovidio, agitantur in manibus castañuelae meis. La famosa función de toros con caballeros en plaza, espectáculo nuevo en Madrid por aquel tiempo, era tratada por D. Rodriguín con la amplitud que el caso merecía. No se libraron de sus dardos los caballeros rejoneadores, ni las damas que les apadrinaron, ni los alcaldes de Corte que dirigían la fiesta.

Alcachofa, el ladrón más decidor que he conocido, decía siempre, cuando lo llevábamos a la comisaría: ¡Aquí me tráin , señor!... ¡siempre por lo mismo!..., secuestro de marengos parodiando el estilo de los partes policiales ¡a un gringo que quería volar!

Yo me convertía en redentor del alma que cautivaba y en salvador del alma que perdía, parodiando la sentencia divina y diciendo en mi interior: "Levántate: estás perdonada, por lo mucho que has amado." ¡Ah, cielos! ¿Por qué ocultármelo? Procedí con villanía. Era yo tan bajo y tan vil, que no comprendí nunca el vigor, la energía de la pasión que sin merecerlo había excitado.

Viéndose oprimido por tales vejestorios, el injusto forzador quedó amoscado y estuvo a punto de protestar contra la designación de Emilita y faltar a todas las reglas de la galantería, pero se contuvo. Al tiempo de sentarse se le ocurrió exclamar mirando a entrambos lados y parodiando a Napoleón: Desde lo alto de estas dos sillas, cuarenta siglos me contemplan.

Cuando esto no bastaba para hacerle callar, se burlaba de su extremada delgadez; ponía un palito derecho sobre el escaño y lo tiraba de un soplo, parodiando la poca consistencia del joven; al salir, le abría el ventanillo superior de la puerta, invitándole a pasar por él. Ángela, a veces, la reprendía por su falta de respeto.

M. Martigny, uno de los pocos franceses que habiendo vivido largo tiempo entre los americanos, sabía comprender sus intereses y los de Francia en América, francés de corazón que deploraba todos los días los extravíos, preocupaciones y errores de esos mismos argentinos a quienes quería salvar, decía de los antiguos unitarios: «son los emigrados franceses de 1789; no han olvidado nada ni aprendido nada». Y efectivamente: vencidos en 1829 por la montonera, creían que todavía la montonera era un elemento de guerra, y no querían formar ejército de línea; dominados entonces por las campañas pastoras, creían ahora inútil apoderarse de Buenos Aires; con preocupaciones invencibles contra los gauchos, los miraban aún como sus enemigos naturales, parodiando, sin embargo, su táctica guerrera, sus hordas de caballería y hasta su traje en los ejércitos.

Hemos perdido nuestro vigor corriendo desalados en todos sentidos, confundiendo en la escena las creaciones más heterogéneas, ya imitando este modelo, ya el otro; celosos particularmente de agotar las heces de la literatura dramática extranjera, poseemos dramas clásicos y románticos, piezas patibularias que conmueven los nervios, ensayos declamatorios llenos de sentencias filosóficas para los estudiantes más aprovechados; lamentaciones familiares sentimentales, cuyo solo fin es hacer derramar lágrimas y anécdotas dialogadas que se denominan comedias; hemos trasplantado á nuestro teatro el fastidio clásico, la insensatez romántica y los vaudevilles franceses; hemos creído rivalizar con los ingleses imitando la parte angulosa y las excrecencias de sus dramas, y con los españoles parodiando sus formas y sus extravíos místicos; y, á pesar de esto, pocas veces hemos logrado hasta ahora dar vida á un drama propio, habiendo sido hasta aquí contadas las tentativas dirigidas á apropiar al teatro las tradiciones populares é históricas, de las cuales, y en último resultado, no ha brotado una poesía dramática duradera.

No desaprovechó, pues, ocasión alguna favorable de esgrimir su sátira contra los cultos, parodiando en sus comedias sus ininteligibles galimatías por medio de necios petimetres. Hasta en sus composiciones más ligeras se encuentran muchos versos burlescos contra la nueva secta, como, por ejemplo, el soneto, en estilo culto, que concluye así: «¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?