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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Esta pieza comunicaba con los departamentos que después de la muerte de mi tío, se habían cerrado para no abrirse más, y olía de tal modo a tasto y moho que casi me asfixié. Apresureme a abrir la ventana, que era muy pequeña, no tenía postigos ni persianas y daba sobre el jardín; en seguida procedí a mis investigaciones. Mas ¿cómo descubrir a Francisco I en medio de todos aquellos volúmenes?

Procedimos a ello, es decir, procedí yo, porque mi pobre tío no estaba para moverse de la silla, y a duras penas logró sacar de la argolla la llave de la arqueta después de cerrada y abierta por varias veces bajo su dirección, para que no se me olvidara el secreto de la cerradura, y mientras iba yo colocando cada cosa en su sitio y trancaba la alacena, cuya llave quiso separar también del llavero, y separé yo al fin, a sus instancias, por no tener él fuerzas ni paciencia para hacerlo.

Allá con los mozos no estará de sobra; que te la vean, para que no te falten al respeto. Hay gente mala... ¡eres muy muchacho, y bueno es que sepan que tienes esto para defenderte! Ponte la ropa; vístete de charro; quiero verte, porque mañana no podré venir.... Quise darle gusto, y procedí a mudar de vestido. Andrés me ayudó. Pronto estuve listo.

Ayudado por Reginaldo, procedí de nuevo a colocar sobre la mesa las cartas como me había indicado, y las arreglé, según la extraña rima, en cuatro columnas de ocho cartas cada una, por orden alfabético. ¡Al fin! gritó Reginaldo, casi fuera de de gozo. ¡Al fin! ¡Ya la tenemos, viejo! ¡Mira! Lee la primera letra de cada carta hasta abajo, una columna después de otra. ¿Qué es lo que deletreas?

Sobre ser inconveniente, es de mal gusto y hasta cruel, lo que hice. Procedí como un necio y me pesa de ello: créalo usted. Lucía, levantando el rostro, le miraba. El resplandor de la lumbre doraba su cabello castaño, y teñía de rosa toda su carne: brillábanle los ojos, que alzaba, obligada por la postura.

Ella se imagina que yo procedí con su madre así como con ella misma. Me cree peor de lo que soy. Pero no hay medio de impedir que así lo crea; jamás podrá saberlo todo. Es una parte de mi castigo, Nancy, que mi hija sienta aversión por . No hubiera tenido nunca estos disgustos si hubiera sido sincero para con vos; si no hubiera sido un insensato.

Yo me convertía en redentor del alma que cautivaba y en salvador del alma que perdía, parodiando la sentencia divina y diciendo en mi interior: "Levántate: estás perdonada, por lo mucho que has amado." ¡Ah, cielos! ¿Por qué ocultármelo? Procedí con villanía. Era yo tan bajo y tan vil, que no comprendí nunca el vigor, la energía de la pasión que sin merecerlo había excitado.

Después de hecha esta segregación, procedí al análisis de las partes de ella que más interés podían ofrecerme desde el punto de vista en que yo me colocaba: Chisco, un tanto flemático, con puntas de socarrón y marrullero, aspirando a casarse con Tanasia, guapa moza de verdad, en competencia con Pepazos, preferido del Topero, porque tenía algunos bienes que le faltaban a Chisco, y no me constaba de toda certidumbre si de Tanasia también, a pesar de lo arlote y simplón que era Pepazos.

Palabra del Dia

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