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Reunióse en la cocina la familia con los jornaleros y Felicia se dispuso á darles de cenar. El tío Goro y Nolo se sentaban en el escaño que tocaba con el lar. Debajo de ellos y entre sus piernas los dos pequeños. Enfrente y en sendas tajuelas el cantero y el zagal del ganado. En cuanto á Felicia, andaba de un lado á otro sin sentarse jamás, ni aun después de hacer plato á todos.

El hijo del tío Pacho lanzándole una mirada feroz le respondió: Pasmárame á que no salieses con alguna de las tuyas. ¿Quién sino pudiera meterme miedo con esos mamones que todavía están corriendo y no pararán hasta esconderse debajo del escaño de su casa? Tienes el corazón de liebre y vales más para comer la torta y la leche al pie del lar que para sacudir garrotazos en las romerías.

Dios perdone sus pecados, y quiera darme tiempo a mesmo para purgar los míos en esta santa casa de religiosos. ¿Y cuál ha sido su muerte? volvió a preguntar la doncella, con expresión tímida y ansiosa, sentándose en el extremo del escaño. Su muerte respondió el novicio dice harto bien lo que fue su contrición.

A veces, cuando nadie veía, levantábale en peso y acostándole sobre un escaño, trataba de animarle y hacerle reír con sus violentas cosquillas y estrujaduras. Los días de fiesta, el escudero prefería pasarlos en su propia covacha, jugando a los naipes con sus amigos.

Se sentó en su escaño habitual, y sin oír nada de lo que sus compañeros discutieron aquella tarde, se preguntó con el pensamiento más de cien veces: «¿Qué habrá hecho ese muchacho?» A la hora de comer dijo a su hija: Creo que me van a comprometer para que hable. Por supuesto, que no me cogerán desprevenido.

Lleváronse escaños para todos los balcones menos el primero que fué cabezera porque cupiese el banquito de los señores Oficiales de Fábrica y un tapete por debajo de cada escaño, que la alfombra no llegaba al balcón, con una almohada para el señor Dean ó Presidente para los pies.

Oyeron en seguida el golpe de los talones del aldeano al echarse fuera de la cama. Rosa, que apretaba convulsivamente la mano de Andrés conteniendo el aliento, al sentirlo se estremeció fuertemente y exclamó con angustiada voz: ¡Madre del alma, que va a ser de ! Y ambos por un movimiento súbito se levantaron del escaño y dieron algunos pasos hacia la puerta.

Cuenta, pues, la historia, que Sancho no durmió aquella siesta, sino que, por cumplir su palabra, vino en comiendo a ver a la duquesa; la cual, con el gusto que tenía de oírle, le hizo sentar junto a en una silla baja, aunque Sancho, de puro bien criado, no quería sentarse; pero la duquesa le dijo que se sentase como gobernador y hablase como escudero, puesto que por entrambas cosas merecía el mismo escaño del Cid Ruy Díaz Campeador.

Si fuera posible trasladar al lector á las gradas de San Felipe, capitolio de la chismografía política y social, ó sentarle en el húmedo escaño de la fuente de Mari-Blanca, punto de reunión de un público más plebeyo, comprendería cuan distinto de lo que hoy vemos era lo que veían nuestros abuelos hace medio siglo.

En la iglesia se sientan en escaños; regularmente se dividen en las dos bandas, aunque en algunos pueblos se sientan todos los de cabildo en un solo escaño, y el teniente de corregidor con los oficiales militares ocupan el puesto; pero los caciques, que debían ser preferidos, no tienen ningún lugar señalado, ni cosa que los distinga, sino es que, por tener empleo, ocupan el lugar que por él les toca.