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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Como quise adoptar las ideas de cada uno, por parecerme todas excelentes, mi obra resultó análoga á esas capas tan llenas de remiendos y pegotes, que no se puede saber cuál es el color y la tela primitivos. Después de la introdución que he leído, adopté el pensamiento del pajarito y le puse de intermediario entre los dos amantes.
Presentáronle á un literato anciano que no habia venido á aumentar el número de sus pegotes. Esquivaba este la muchedumbre, conocia á los hombres, sabia servirse de ellos, y se explicaba con cordura. Hablóle Babuco con mucho sentimiento de quanto habia visto y leido.
Antiguos buques-correos, veloces carreristas de las olas, se veían descendidos á la vil servidumbre de barcos de transporte. Otros, negros y sucios, con pegotes de apresurada reparación y una chimenea tísica sobre su casco enorme, avanzaban tosiendo humo, escupiendo ceniza, jadeando con ruidos de hierro viejo.
Puso Feliciana sobre la luz una pantalla de figurines vestidos con pegotes de trapo, y después se echó con indolencia en la butaca, abrigándose con su mantón alfombrado. «Fortunata gritó llamando a su amiga, que daba vueltas por toda la casa como si buscara alguna cosa . ¿Qué se te ha perdido?». Chica, mi toquilla azul. ¿Vas a salir ya? Sí: ¿qué hora es?
Los peines de concha guardaban enredadas en sus púas marañas de cabellos; muchos frascos estaban desportillados, y el blanco mármol tenía pegotes formados por el amasijo de gotas de esencia con los residuos de polvos.
-Así es la verdad, señor -respondió una de las doce-, que no tenemos hacienda para mondarnos; y así, hemos tomado algunas de nosotras por remedio ahorrativo de usar de unos pegotes o parches pegajosos, y aplicándolos a los rostros, y tirando de golpe, quedamos rasas y lisas como fondo de mortero de piedra; que, puesto que hay en Candaya mujeres que andan de casa en casa a quitar el vello y a pulir las cejas y hacer otros menjurjes tocantes a mujeres, nosotras las dueñas de mi señora por jamás quisimos admitirlas, porque las más oliscan a terceras, habiendo dejado de ser primas; y si por el señor don Quijote no somos remediadas, con barbas nos llevarán a la sepultura.
Y levantó su puño amenazante contra su hermana. Pero al ver la extraña figura que presentaba Miss con sus pegotes de merengue y corriendo medrosa, una carcajada de atolondramiento hinchó su lindo cuello, y como si nada hubiese sucedido, se agarró del talle de Concha, dándola un sonoro beso. ¡Qué gracioso...! ¿eh? ¡Qué cara va a poner mamá cuando la vea entrar en el salón con esa facha...!
Allí hemos visto levantarse el asilo de Guillermina Pacheco, la mujer constante y extraordinaria, y allí también la casa de las Micaelas. Estos edificios tienen cierto carácter de improvisación, y en todos, combinando la baratura con la prisa, se ha empleado el ladrillo al descubierto, con ciertos aires mudéjares y pegotes de gótico a la francesa.
Palabra del Dia
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