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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Al lado de un fanal cuyos cristales enseñan el Cristo de Antípolo vestido de general, lucen sus contornos dos figuras de barro de China, sobre las cuales se apoyan bombones de caña, llenos de tabacos, bandejitas de cristal con fósforos y buyos; y si las figuras conservan las manos, un pico en el sombrero, ó cualquier punto saliente, se ven colgados rosarios, candelas, parches milagrosos y relicarios.

Pocos caudales, eso , por parte de estos últimos principalmente, es decir, por la de mi abuela paterna, que sólo aportó al matrimonio unas gargantillas y unas arracadas de coral, dos relicarios de plata con una astilla de la Vera-Cruz, y un hueso de Santa Felícitas, respectivamente; tres mudas de ropa blanca, dos mantelerías de hilo casero, una cadena de oro cordobés, el vestido de gala con que se casó, y otro a medio uso para todos los días.

Las mujeres decían que tambien querían tener de Roma, como rosarios benditos por el Papa, reliquias que perdonan los pecados sin necesidad de confesion, etc. Abierta la maleta y levantado el algodon en rama que la protegía, descubrióse un compartimento lleno de sortijas, relicarios, guardapelos, cruces, alfileres, etc.

Sentimos no poder describir aquellos ojos de fuego, aquella exuberancia de formas, aquella corrección de líneas, que completan los acabados modelos del universal viajero en sus dadivosas y enamoradas concepciones chamorras y carolinas, prontas, por supuesto, eso , y dicho también por supuesto por el escritor francés, á consagrarle sus amorosas primicias y hasta su existencia, y vean ustedes cómo el ilustre viajero casi casi introduce en las pacíficas chamorras el uso de los fósforos de Cascante, y la entidad acabada del Don Juan, con sus irresistibles filtros sus tiernas pláticas y sus incendiarios conceptos, con la diferencia que al Don Juan europeo le abrían las puertas dueñas y rodrigones, y al Don Juan trasatlántico pañuelos y relicarios.

Habían visto poderosos monarcas abdicar la púrpura ante sus altares y guardaban en sus relicarios el cetro de Amadeo y la doble corona de Carlos V. Habían dado jefes al mundo cristiano; Padres y oradores a la Iglesia; intérpretes y mártires a la verdad. Los fundadores eran elegidos que Dios había inspirado; sus reformadores, hombres valerosos y entusiastas que el infortunio había instruido.

Nazaria tenía la hermosura que por extraña amalgama de los tipos humanos, hace simpático al descaro. Lucía enormes amatistas montadas en pendientes de filigrana como relicarios, de modo que parecía llevar en cada oreja el pectoral de un obispo. Sus manos eran bonitas y gordezuelas, y los anillos que de antiguo llevaba no se le podían sacar, porque su carne había crecido y el oro no.

Estaba la parte superior del armario forrada de terciopelo rojo, bastante bien conservado, y sobre almohadillas del mismo terciopelo hallábanse varios relicarios de plata, guardando huesos de santos; en un rincón, de pie contra la pared, había un objeto de más de una tercia de largo, envuelto en una funda de oscuro tafilete, roída toda de ratones, y esto fue lo que cogió Currita, sosteniéndolo por su mucho peso con ambas manos, y saliendo al punto de la capilla muy de prisa, azorada, como si hubiese cometido un robo en lugar sagrado.

Hallábase ésta bajo dos arcos cruzados, en el sentido de las diagonales de las andas, revestidos de pañuelos de seda de sobresalientes colores, y caían sobre la cabeza del Bautista multitud de relicarios, campanillas, acericos y escapularios, y no pareciéndoles, sin duda, bastante á mis primas la piel con que el escultor cubrió la desnudez de la imagen, habíanle colgado sobre los hombros un rico chal de Manila, que le llegaba hasta los pies, y colocado en la mano con que señalaba el corderito, un pompón encarnado y verde, procedente de un chacó de realistas, cuerpo á que, en sus mocedades, había tenido mi tío la honra de pertenecer.

La buena mujer se santiguó. ¡Susmariosep! Simoun descubrió el tercer compartimento. Este estaba lleno de relojes, petacas, fosforeras y relicarios guarnecidos de brillantes y de finísimos esmaltes con miniaturas elegantísimas.

La vejez ayudada de la humedad, incuban en las paredes de la caña esa brillante excrecencia que buscan las dalagas entre las ruinas, adornando con ellas su pelo y sus relicarios. Los añosos y entrelazados troncos de los bacauan que forman los mangles, constituyen una sólida barrera que resguarda contra la rompiente de las olas el camino de Atimonan.

Palabra del Dia

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