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Actualizado: 29 de julio de 2025


Ved las dos galeras balanceándose plácidamente en la bahía exterior de Coves, y mirad también en tierra, hacia el este, la humareda que levantan sus últimos incendios. ¡Ah, perros! Ya nos han visto; las lanchas de los incendiarios se apartan de la costa á todo remo, dirigiéndose á sus galeras, que Dios confunda. ¡Y qué multitud á bordo! Parece aquello un hormiguero.

Pues aplíquese el cuento al caso presente, y en vez de querer arrojarnos de Cuba y de insultarnos por lo crueles que somos, reconózcase y confiésese que no hay tal crueldad de nuestra parte, sino exagerada blandura con los mambises depredadores é incendiarios.

Sentimos no poder describir aquellos ojos de fuego, aquella exuberancia de formas, aquella corrección de líneas, que completan los acabados modelos del universal viajero en sus dadivosas y enamoradas concepciones chamorras y carolinas, prontas, por supuesto, eso , y dicho también por supuesto por el escritor francés, á consagrarle sus amorosas primicias y hasta su existencia, y vean ustedes cómo el ilustre viajero casi casi introduce en las pacíficas chamorras el uso de los fósforos de Cascante, y la entidad acabada del Don Juan, con sus irresistibles filtros sus tiernas pláticas y sus incendiarios conceptos, con la diferencia que al Don Juan europeo le abrían las puertas dueñas y rodrigones, y al Don Juan trasatlántico pañuelos y relicarios.

Y volvía monótona, repitiendo el tema, y la mujercita, que no sabía interpretar la página clásica del maestro italiano, traducía en cambio a maravilla la enervante molicie amorosa, los poemas incendiarios que en la habanera se encerraban.

No se conducen mejor Máximo Gómez y su cuadrilla ni atinan con más habilidad á escabullirse de sus perseguidores. Las diferencias que hay son favorables á aquellos antiguos bandidos de la Península, porque no eran incendiarios, y porque, cuando se acogían á indulto, cumplían como caballeros y no volvían á las andadas, engañando y burlando á los que los habían indultado.

Pero fue entonces cuando apareció el gremio terrible de los mulatos, zambos y cuarterones, herederos de los malos instintos de las dos razas que representan, y habiendo bebido en las escuelas el barniz de ilustración necesaria para fundar periódicos incendiarios y proclamar en las plazas públicas, delante de un auditorio imbécil y fanático, el exterminio de los antiguos señores.

No habían transcurrido quince minutos desde que los alzados abandonaron la población, cuando llegó un escuadrón de la guardia rural, el cual se disponía á perseguir á los incendiarios en momentos en que llegaba un tren conduciendo cien hombres de artillería de costas.

Eugenio Surín, por su parte, predicaba abiertamente la guerra de razas; y en una ocasión, que recordamos perfectamente, se interrumpió en medio de uno de sus discursos incendiarios, para decir que no podía continuar en el uso de la palabra, porque el cuello de la camisa, por ser blanco, le asfixiaba.

Los dos experimentaron cierta emoción al pensar que el enemigo estaba á tan corta distancia, oculto en el suelo, en una invisibilidad misteriosa que aún le hacía más temible. ¡Si surgiese de pronto con la bayoneta calada, con la granada de mano, los líquidos incendiarios y las bombas asfixiantes para asaltar el reducto!...

Esta nave se conserva íntegra: según una tradición, porque los incendiarios franceses de 1809 procuraron que el fuego no llegase á ella; según otra tradición, porque no había en todo aquel edificio madera alguna en que pudiesen prender las llamas. Sin embargo, sus bóvedas ojivales amenazaban desplomarse cuando compró el Monasterio el Sr.

Palabra del Dia

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