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Estas milicias se procuraría tenerlas bien disciplinadas, de forma que en cualquiera tiempo estuvieran prontas y armadas para lo que se ofreciese o les mandasen; y para socorrer a los soldados en los tiempos de asamblea, que pudiera tenerse una o dos veces al año, y para pagar los oficiales de plana mayor que deberían tener sueldo, y lo que por vía de socorro se diese a los sargentos y cabos, pudiera destinarse uno y medio por ciento de las utilidades de toda la provincia.

Es cierto que si se ofrece figurar en sociedad, el primero se presentará con mas garbo y soltura que el segundo: que si es necesario sostener una conversacion, aquel brillará mucho mas que este, que su palabra será mas fácil, sus ideas mas variadas, sus observaciones mas picantes, sus réplicas mas prontas y agudas; que el rico en cuestion no entenderá quizas una palabra del mérito de tal ó cual novela, de tal ó cual drama; que conocerá poco la historia, y se quedará estupefacto al oir al comerciante quebrado explicarse como un portento de erudicion y de saber; es cierto que no sabrá tanto de política, ni de administracion, ni de hacienda, que no poseerá tantos idiomas; pero, ¿se trataba por ventura de nada de eso, cuando se ofrecia dar buena direccion á los negocios?

Así no es extraño que siempre me produzcan vivo y purísimo alboroto espiritual esas cartas de felicitación que, de cuando en cuando, recibimos los que escribimos para el público. Generalmente son de mujeres, y es lógico que sea así, pues las mujeres leen más que nosotros y en sus almas ardientes y blandas, prontas al entusiasmo, no es difícil suscitar el cosquilleo exquisito de la emoción.

Así lo exigen las buenas prácticas diplomáticas; así viven las naciones armadas hasta los dientes, prontas a despedazarse, pero enviándose embajadores y mensajes afectuosos. La chilena abandonaba el asiento, desdoblando su soberbia estatura para avanzar por la cubierta «con la majestad de la reina de Saba» según Isidro , seguida de un séquito de confederadas.

Al quedar sola la señora Angustias no empeoraba su situación; antes bien, considerábase con mayor desembarazo en los movimientos, libre de aquel hombre que en los dos últimos años pesaba más sobre ella que el resto de la familia. Mujer enérgica y de prontas resoluciones, marcó inmediatamente un camino a sus hijos.

Temían a las oficinas de inmigración de Buenos Aires, prontas a rechazar las gentes enfermas o de contagiosa suciedad, obligando al buque a repatriarlas gratuitamente. En los «latinos» de proa verificábanse iguales transformaciones. Las comadres de Nápoles y de Castilla abrían sus arcas para extraer sayas y corpiños.

La vida activa la llamaba con voces enérgicas y profundas. No obstante, tampoco la inspiraban deseo de imitarlas otras compañeras suyas, a quienes veía esconder furtivamente en el corpiño la cartita, o asomarse al balcón prontas, ruborizadas y ansiosas.

El leer con el papel en la mano la disertacion, ó discurso que uno ha trabajado sobre los puntos que se le dieron, arguye muy poco saber y amor al descanso, porque no hay cosa mas facil en qualquiera asunto con mediana instruccion, que componer un discurso que parezca lo que no es, y leerle sin trabajo ninguno: por el contrario para decirlo de memoria es menester estar muy radicado en la materia, tener prontas las especies, y estar expedito en el uso de las pruebas y argumentos, las quales cosas son necesarias en los que han de ser Maestros de la juventud.

Pero sucedió que un soldado, al cual una cigarrera clavó las uñas en la nuca, echó a correr, trajo de la garita el fusil y apuntó al grupo: al instante mismo un pánico indecible se apoderó de las más cercanas, y se oyeron gritos convulsivos, imprecaciones, súplicas desgarradoras, ayes de dolor que partían el alma, y las mujeres, en revuelto tropel, se precipitaron fuera del zaguán, y corrieron buscando la salida del patio, empujándose, cayendo, pisoteándose en su ciego terror, arracimadas como locas en la puerta, impidiéndose mutuamente salir, y chillando lo mismo que si todas las ametralladoras del mundo es tuviesen apuntadas y prontas a disparar contra ellas.

Tenían que ataviarse y estar prontas antes del , que se tomaría temprano, y que debía animarles para el baile. Cuando la señorita Nancy entró, hubo por toda la casa un murmullo de voces, que se confundió con el ruido de un violín que estaba preludiando en la cocina. Pero la llegada de los Lammeter tenía evidentemente tan preocupadas a las gentes, que se asomaron a la ventana para verles llegar.