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Nelet, con la gravedad de un maître d'hôtel, muy circunspecto desde que veía en la mesa al tío millonario, sacó de la cocina el plato del día, la obra maestra de Visanteta, un pescado a la bayonesa que arrancó a todos un grito de admiración. ¡Caballeros...! ¡Ni en la mejor fonda! dijo Rafael . ¡Ole por la cocinera! Don Juan encontró de mal gusto la felicitación, pero admiró la obra.

Además, en aquellas temporadas de desgracia; para ayudar a la obra destructora de los suyos, podía permitirse sus preguntitas al gobierno a primera hora de las sesiones, y más de una vez escuchó de la boca sonriente y descolorida del jefe: «Muy bien, Brull; ha estado usted intencionado». Y la felicitación llegaba hasta el distrito, agrandada por el popular asombro.

Después esparcía miradas de felicitación por toda la capacidad de la sala, por la sillería de reps que había sido desnudada de sus fundas de percal, y por las cajitas de dulces, las bandejas de latón y demás chucherías... Todo estaba bien, perfectamente bien.

Esta mañana ya recibió Coca una felicitación repuso imperturbablemente Laura. Ahora debe ser un anónimo. Tomó Adolfo la carta, alegrose al reconocer la letra del sobre, y, rasgándolo con rápida mano, exclamó: ¡Es una carta de Ignacio! Tiempo era de que escribiese dijo Laura. Veinte o más días hace que no nos daba noticias suyas.

Es la emoción. ¡Ha sido siempre un chico tan sensibleEl pobre Gonzalito se sentía en efecto bien fatigado, bien conmovido, bien amarrado dentro de su vistoso uniforme. Todos los amigos se apresuraron a rodearle vertiendo en su oído palabras de felicitación.

Nosotros, testigos presenciales de tan brillante acción, lo reproducimos en la misma forma en que apareció publicado en La Prensa, de la Habana; y al hacerlo reiteramos nuestra felicitación más calurosa y sincera al bravo general Mendieta y á los brillantes oficiales y abnegados soldados que combatieron á sus órdenes aquel día.

Así no es extraño que siempre me produzcan vivo y purísimo alboroto espiritual esas cartas de felicitación que, de cuando en cuando, recibimos los que escribimos para el público. Generalmente son de mujeres, y es lógico que sea así, pues las mujeres leen más que nosotros y en sus almas ardientes y blandas, prontas al entusiasmo, no es difícil suscitar el cosquilleo exquisito de la emoción.

Esta continuaba ocupando su tiempo en leer y escribir; su desdeñosa indiferencia no había cedido ante los nuevos y largos días de prisión. Vengo a cumplir le dijo el magistrado en tono de felicitación, un deber muy agradable. La justicia está convencida de la inocencia de usted. Está usted en libertad.

Los argentinos se removieron en su altura con voces de extrañeza y protesta. ¿Ya no disparaban más? ¿Y aquello era todo?... Les habían robado el dinero. ¡Tongo... tongo! gritaron al mismo tiempo. Uno de ellos, cogiendo un pedazo de roca suelta, quiso arrojarla a guisa de felicitación sobre los adversarios reconciliados.

Leyó y releyó la carta con una sonrisa beatífica, de deleite y de orgullo. No era gran cosa: media docena de renglones; un saludo desde Sevilla, deseándole mucha suerte en Madrid; una felicitación anticipada por sus triunfos.