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Actualizado: 25 de julio de 2025


Facundo necesita ya de terror para moverlas, y en batalla campal se presentan como azoradas en presencia de las tropas disciplinadas y dirigidas por las máximas estratégicas que el arte europeo ha enseñado a los militares de las ciudades.

Nuestros descendientes no conocerán más que por tradición la flota de armadías, rudo empleo de la navegación, que sin duda inspiró á los salvajes ascendientes de Cook y de Bougainville la idea de aventurarse sobre las olas del océano. Disciplinadas en lo sucesivo las aguas del arroyo, ni siquiera nos servirán para transportar á nuestras poblaciones astillas y leña para el fuego.

Masas inmensas de jinetes vagando por el desierto, ofreciendo el combate a las fuerzas disciplinadas de las ciudades, si se sienten superiores en fuerza, disipándose como las nubes de cosacos, en todas direcciones, si el combate es igual siquiera, para reunirse de nuevo, caer de improviso sobre los que duermen, arrebatarle los caballos, matar a los rezagados y a las partidas avanzadas; presentes siempre, intangibles por su falta de cohesión, débiles en el combate, pero fuertes e invencibles en una larga campaña, en que, al fin, la fuerza organizada, el ejército, sucumbe diezmado por los encuentros parciales, las sorpresas, la fatiga, la extenuación.

Allí se pertrecharon, como quien dice, de nuevos alientos y propósitos, y de allí salieron para hacer una verdadera razzia por todo lo más cogolludo de la Europa elegante, unas veces juntas, otras separadas, según «las circunstancias y las necesidades»; pero siempre en cabal inteligencia, como divisiones aguerridas y bien disciplinadas de un mismo ejército. ¿Por qué fue Viena el punto de partida, y no París, verbigracia? ¿Por qué se reunieron las tres aventureras en aquella ciudad austriaca y no en esta francesa?

Estas milicias se procuraría tenerlas bien disciplinadas, de forma que en cualquiera tiempo estuvieran prontas y armadas para lo que se ofreciese o les mandasen; y para socorrer a los soldados en los tiempos de asamblea, que pudiera tenerse una o dos veces al año, y para pagar los oficiales de plana mayor que deberían tener sueldo, y lo que por vía de socorro se diese a los sargentos y cabos, pudiera destinarse uno y medio por ciento de las utilidades de toda la provincia.

El empleado a quien obsequiaban con este estruendo había de abandonar su puesto, trasladándose a las galerías de hombres, más tranquilas y disciplinadas que la de estos gorilas del crimen. Al final de la galería encontró Maltrana al Barrabás, erguido en la puerta de su celda. Había visto entrar a su hermano, sereno, sin mostrar emoción alguna.

Pepa y Rosa y las demás criadas sonreían discretamente, sin atreverse a tomar parte en el desorden, pero un poco menos disciplinadas que al empezar la comida. Pedro ya no se asomaba a la puerta. Se habían roto dos copas. Los pájaros de la huerta se posaban en las enredaderas de las ventanas para ver qué era aquello y mezclaban sus gritos gárrulos y agudos al general estrépito.

Aquellos pobres paisanos a quienes no se puede negar el valor, huyeron ante las tropas disciplinadas del general Dupont. En Córdoba tampoco se les opuso resistencia, y ¡qué horror, Dios mío! ¡Qué tres días de angustia! Todos creíamos que los franceses entrarían con bandera de paz, porque la gente de Echevarri abandonó la ciudad, y los de aquí no trataban de hacer resistencia.

Estaban allí como en casa. ¿Qué mella haría la revolución de 1810 en un pueblo educado por los jesuítas y enclaustrado por la naturaleza, la educación y el arte? ¿Qué asidero encontrarían las ideas revolucionarias, hijas de Rousseau, Mably, Beynal y Voltaire, si por fortuna atravesaban la pampa para descender a la catacumba española, en aquellas cabezas disciplinadas por el peripato para hacer frente a toda idea nueva, en aquellas inteligencias que, como su paseo, tenían una idea inmóvil en el centro, rodeada de un lago de aguas muertas, que estorbaba penetrar hasta ellas?

Ya se divertiría después; pero ahora pensaba en su responsabilidad; iba y venía, dirigía aquello como una batalla; se asomaba a veces a la puerta del comedor y rectificaba los ligeros errores del servicio con miradas magnéticas a que obedecían Pepa y Rosa como autómatas, disciplinadas a pesar de la expansión y la algazara, cual veteranos.

Palabra del Dia

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