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Actualizado: 31 de mayo de 2025


¿Qué decir a aquel desgraciado que me contaba cómo, a media noche y con la mula casi en hombros, pues ni aún cabestrear quería, había llegado a Bodegas? La vista de mi maleta, abierta por mi descuido y de la que no faltaba ni un papel ni un peso, me predispuso, por otra parte, a la clemencia. Sólo a la tarde llegaron la familia Tanco y los señores Cuervo.

Usted lo verá acompañándonos a la Villa Blanca, donde le haremos los honores. Con mucho gusto, querida señora, en cuanto deje la maleta en el hotel de Francia, donde he tomado una habitación. ¡Cómo! ¿Piensa usted alojarse en Granville? Eso no me impedirá ir con frecuencia a Saint-Pair si ustedes me invitan...

Después haciendo un esfuerzo alzó sus codos de la baranda, contempló todavía con distracción el horizonte obscuro, sacó del bolsillo su llavero, del llavero un lápiz y escribió tres palabras sobre el mármol. Entró en sus habitaciones, se dirigió a su armario y tomando de allí la ropa y los objetos más indispensables los empaquetó en una maleta.

Y ordenó á su criado que por el lago se fuese á Los Baños se llevase la maleta grande y le esperase allí, porque él por tierra iba á seguir su viaje llevándose la que contenía sus famosas piedras. La llegada de cuatro Guardias Civiles acabó de ponerle de buen humor. Venían á prender á Cabesang Tales y no encontrándole se llevaban á Tandang Selo.

También dicen que se le olvidó poner lo que Sancho hizo de aquellos cien escudos que halló en la maleta en Sierra Morena, que nunca más los nombra, y hay muchos que desean saber qué hizo dellos, o en qué los gastó, que es uno de los puntos sustanciales que faltan en la obra.

Indudablemente, su relato va adquiriendo aspecto trágico; don Víctor continúa: Llego a la estación y tomo el billete... luego entro en el andén y cojo el coche, ¿eh?... cojo el coche y voy colocando la sombrera... Después la maleta... después el portamantas... el portamantas, ¿eh?... el portamantas que no tenía el bastón... ¡qué no tenía el bastón!... Entonces yo cojo mi equipaje, salgo de la estación y me voy a casa, ¿eh?... me voy a casa, porque yo no podía acostumbrarme a la idea de estar sin mi bastón, ¿eh?... de estar sin mi bastón y de no oír el ruido de la chapa de plata...

Se pasa de mano á mano una maleta que tira de ella con insufrible pesadez, encorvándola hacia el suelo. A pesar de su cansancio, intenta auxiliar al hombre, que es una especie de momia. Su cabeza de pelos ralos aún parece más grande moviéndose sobre un cuello cartilaginoso, del que surgen los ligamentos con duro relieve. Los dos son de una vejez extremada; parecen escapados de una tumba.

Resuelto, pues, a llevar a cabo el proyecto, comenzó sigilosamente a hacer sus preparativos. Vendió los coches y los caballos, giró a la capital de Francia dinero, envió a su criado por delante con los objetos necesarios, hizo la maleta; y una tarde se metió cautelosamente en un coche del Sud-exprés y huyó de Madrid sin dar cuenta a nadie de su viaje.

Telémaco, con mil pesetas en el bolsillo extraídas de un costurero que servía á su madre de caja de caudales, se embarcó al día siguiente. Una pequeña maleta sacada de su casa con lentas y hábiles astucias era todo su equipaje.

¿Y gastas coleta, sinvergüensa?... Te voy a cortá ese rabo de rata, ¡desahogao! ¡maleta!

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