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Los jesuítas, con su astucia, adivinaron que había que dar al culto una atracción teatral, mezclar la liturgia con la opereta, y por eso sus iglesias, doradas, alfombradas y floridas como tocadores, se ven llenas, mientras las viejas catedrales suenan a hueco como tumbas.

Las armas de los Sanglié, pintadas en negro, se descubren en todas las paredes del vestíbulo. Son un jabalí de oro en un campo de gules. Como media docena de lebreles vivos, agrupados según su capricho, se aburren al pie de la escalera, mordisquean las verónicas floridas en los vasos del Japón o se tienden sobre la alfombra alargando la cabeza serpentina.

Estaba Sabel fresca y apetecible como nunca, y las floridas carnes de su arremangado brazo, el brillo cobrizo de las conchas de su pelo, la melosa ternura y sensualidad de sus ojos azules, parecían contrastar con la situación, con la mujer que sufría atroces tormentos, medio agonizando, a corta distancia de allí. Hacía tiempo que el marqués no veía de cerca a Sabel.

¿Quién puede dudar que hay estimables preciosidades en la naturaleza, curiosas máquinas en el arte, sutilísimas invenciones del ingenio, eruditas y profundas operaciones de la ciencia, y hermosas y floridas composiciones de la retórica y de la poesía?

Esta decision de sacrificar el amor en aras de la dignidad, la conciencia de sufrir cumpliendo con el deber no impedían que una profunda melancolía se apoderase de Isagani y le hiciese pensar en los hermosos días y noches más hermosas todavía, en que se murmuraban dulces necedades al traves de las rejas floridas del entresuelo, necedades que para el joven tenían tal caracter de seriedad é importancia que le parecían las únicas dignas de merecer la atencion del más elevado entendimiento humano.

El Bósforo de Tracia, el risueño golfo de Nápoles y la dilatada extensión del Tajo frente de Lisboa, son mezquinos, feos y pobres, comparados con la gran bahía de Río sembrada de islas fertilísimas siempre floridas y verdes, y cuyos árboles llegan y se inclinan hasta el mar y bañan los frondosos ramos en las ondas azules.

Para animarme solía yo discurrir allá en mis adentros: hemos gastado más de lo que podíamos gastar en una pobre e inútil defensa, y hemos perdido al fin nuestras ricas colonias, pero nadie podrá acusarnos, con justicia, de malos colonizadores, ni de nación estéril, cuando tan vastos territorios han permanecido en nuestro poder cerca de cuatro siglos y cuando de esta nación han brotado, como de tronco lleno de savia las ramas verdes y floridas, diecisiete repúblicas de gran porvenir, donde circula nuestra sangre, donde queda indeleble el sello de nuestro propio ser y carácter y donde sigue y seguirá hablándose nuestro idioma.

Mandóle entonces abrir de par en par las dobles puertas de ambas ventanas, y la luz entró a torrentes y el aire fresco a raudales, juguetón como un niño, acariciando los blancos cabellos del enfermo, trayéndole, como un nietecillo cariñoso sus presentes, el olor a búcaro de la tierra cubierta de rocío, el sano perfume de las montañas, el alegre trinar de los pájaros, el solemne acento de la campana de la iglesia, que parecía repetir en su oído como una amorosa voz de lo alto: ¡Ven! ¡Ven!... ¡Qué necios temores los suyos! ¡Qué espantos tan ridículos los de la noche! ¡Morir! ¿Quién piensa en morir cuando nace el día, y sube el sol por el azul de un cielo tan bello, y se divisan a lo lejos las montañas verdes, floridas, doradas por resplandores tan alegres y risueños?...

Hay en París un gran jardín hecho para los aburridos: hállanse en él relativa soledad, árboles, verde césped, floridas platabandas, alamedas sombrías y una turba de pajarillos que parecen estar allí tan a su placer como en pleno campo.

Estaba, como dije, rancheada La gente sin ventura en aquel llano, De paja cada cual hecha morada. La inexorable Parca, con tirano, Desapiadado curso desfrenada, Con las tijeras crudas en su mano, Comienza de cortar las tristes vidas, Que estaban á la vista mas floridas.