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Pues ello es así, todos los dejan perderse, pudiendo con su beneficio y venta acrecentar los haberes de la comunidad. Lo mismo sucede con todo lo demás, sin encontrar medio para remediarlo. Para el administrador y los religiosos, que tiene el pueblo obligación de alimentar, hay ocupados dentro del colegio más de 50 personas.

La carta de D. Juan Fresco es un documento importante que conservamos en nuestro poder, y del cual no estará de más dar aquí traslado. La carta es como sigue: «Apreciable amigo y dueño: Hasta ahora me he resistido a todas las súplicas de V., por más que le quiero bien, sin poder remediarlo. Y me he resistido porque mi modo de ver las cosas es contrario al de V. en mucho.

Viéndole Fortunata en aquel apuro, acudió a remediarlo, diciendo: «Comprendido, comprendido». Bueno, pues no necesito añadir nada más... porque si caes en la tentación de querer a un hombre indigno, adiós mi dinero, adiós decoro... Y lo último que te recomiendo es que si logras conseguir que no pueda tentarte otra vez el mameluco de Santa Cruz, habrás puesto una pica en Flandes.

Demos que para una transgresion está señalada la pena de diez mil reales; dos hombres han incurrido en ella, y ambos tienen de que pagar; pero el uno es opulento banquero, el otro un modesto artesano. El banquero se burla de los diez mil reales, el artesano queda arruinado. ¿Es igual la pena? No por cierto; mas ¿cómo quiere V. remediarlo?

Era tal la distinción aristocrática de doña Inés, que, sin poder remediarlo, hasta en su padre encontraba cierta vulgar ordinariez que la afligía no poco; pero como doña Inés tenía muy presentes los mandamientos de la Ley de Dios y los observaba con exactitud rigurosa, nunca dejaba de honrar a su padre como debía, si bien procuraba honrarle desde lejos y no verle con frecuencia, a fin de no perder las ilusiones.

No la he visto hace un siglo... ¡ni ganas! respondió con reprimido acento de cólera, puestos los ojos en el techo. Soledad le contempló fija y severamente largo rato; luego, alzando los hombros, hizo una leve mueca de desdén. Manolo adivinó esta mueca sin verla y volviendo su rostro turbado: Dispensa, hija; no puedo remediarlo... Tu madre me ha hecho mucho daño. ¡Qué niño eres, Manolo!

El vizconde de Aymaret hubiera deseado, como otros tantos en el mundo, haber sido un hombre honrado, sobrio, arreglado de conducta y enemigo de la sota de copas, y si le gustaban las mujeres, el juego y el vino hasta, el escándalo y la degradación, era... que no podía remediarlo.

Otras veces, las más, los ojos se clavaban en los ojos y sin que nadie pudiera remediarlo se decían amores, cada vez más elocuentes. Álvaro, de tarde en tarde, miraba de soslayo y con envidia y codicia al interior de la alcoba.... Ana sorprendió alguna de aquellas miradas rápidas y compadeció al enamorado galán, sin tomar a mal su curiosidad indiscreta.

«¡Soñaba! la fortaleza de la vigilia desvanecíase por la noche, y sin que ella pudiese remediarlo, la mortificaban visiones y sensaciones importunas, que a tener responsabilidad de ellas serían pecado cierto.... «En plata, que doña Ana soñaba con un hombre...». Don Fermín se revolvía en la silla de coro, cuyo asiento duro se le antojaba lleno de brasas y de espinas.

Ya conoce usted las pretensiones de las mujeres ricas, que jamás se casan con jóvenes pobres o sin gran porvenir... ¿Cómo casarse con muchachas sin fortuna, cuando la bolsa está mal provista?... Eso sería, como dice el proverbio, casar el hambre con la gana de comer. Es muy triste para los jóvenes dije con compasión. ¿Cómo remediarlo? Es difícil respondió la de Ribert.