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Asistiéronme mis amigos cariñosamente; visitábame lord Gray todos los días, y Amaranta y doña Flora hicieron largas guardias y vigilias en la cabecera de mi lecho. Cuando me vieron fuera de peligro las dos lloraban de alegría. Durante la convalecencia, D. Diego fue a visitarme, y me dijo: Mañana mismo vendrás a mi casa.

Figúrense ustedes cómo me habría quedado yo, si Amaranta hubiera cogido el pico de Mulhacén, es decir, el monte más alto de España... y me lo hubiese echado encima. Pues lo mismo, señores, lo mismo me quedé. ¿Qué podía yo decir? Nada. ¿Qué debía hacer? Callarme y sufrir.

Amaranta me presentó gravemente a él, diciéndole que yo era un gran militar, una especie de Julio César por la estrategia y un segundo Cid por el valor; que había hecho mi carrera de un modo gloriosísimo, y que había estado en el sitio de Zaragoza, asombrando con mis hechos heroicos a españoles y franceses.

Gabriel dijo Amaranta con el rostro inundado de lágrimas ¿cuándo sale la expedición? Yo pediré permiso para marchar en ella y nos llevaremos a Inés. ¡Huir! exclamó la muchacha con terror . Yo apareceré a los ojos de todos como una criatura sin pudor que deshonra y envilece a su familia... Volveré a casa de doña María.

En los palcos unos decían: «Los regentes no juran»: y otros: «Vaya si jurarán». Yo creo que unos jurarán y otros no dijo Amaranta . Ellos han intentado tener de su parte el pueblo y la tropa; pero no han encontrado simpatías en ninguna parte. Los que tengan un poco de valor, mandarán a las Cortes a paseo.

Aquí se habla de la muerte de Josef Napoleón, de los varios partidos que dividen la Francia y de la sublevación del Rosellón. Si estas noticias salen ciertas, podemos asegurar que llegó ya el día de la venganza y de la libertad de EspañaVienen muy satisfactorios estos dos números de la Gaceta dijo Amaranta. Ya sabía yo todo eso afirmó con aplomo el Marqués . ¡Pero qué veo, santos cielos!

El pavimento era de mármol y los zócalos de azulejos; sobre éstos, y cubriendo gran parte de la pared, había cuadros al óleo de aquella escuela andaluza que ha llevado a los lienzos el tono caliente de la tierra, la esplendidez de la inflamada atmósfera y la agraciada melancolía de los semblantes. Afortunadamente para , Amaranta se dignó recibirme.

Me parece muy bien afirmó Amaranta y si a esto añaden una comida sobria, como por ejemplo, dos raciones de obleas al día, serán los mejores soldados de la tierra. Ánimo, pues, Gabriel, y hazte caballero del obispado de Cádiz. De buena gana lo haría, señores, si me encontrara con fuerzas para cumplir las leyes de un instituto tan riguroso.

Buenas cosas vamos a ver hoy aquí añadió Amaranta con el regocijo que da la esperanza de una diversión. Yo lo que quiero es que prediquen pronto añadió doña Flora . Prontito, señores. Veo que hay muchos clérigos, lo cual es prueba de que no faltarán picos de oro.

Eran las de Amaranta y doña Flora. Al punto me uní a ellas, y después que me saludaron y felicitaron cariñosamente por mi feliz llegada, Amaranta dijo: Ven con nosotras, tenemos papeletas para entrar en la galería reservada.