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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Engañado por su aparente santidad, jamás creí que tuviera tan ciega pasión por un hombre. Su hipocresía es superior a todo lo que puede concebirse. Ha aprendido a disimular con tal arte sus sentimientos, que todos se engañan respecto a ella. Para decírtelo todo de una vez, Inés, yo creí que la que amaba a lord Gray eras . Todos, incluso Amaranta, creían lo mismo. Ya lo .

Nombren al ruin... dijo Amaranta, viendo aparecer en el salón al poeta de los chistes. Arriaza, Arriaza exclamaron diferentes voces salidas de distintos lados de la estancia . A ver, léanos usted la oda <i>A Pepillo</i>. Atención, señores. Es de lo más gracioso que se ha escrito en lengua castellana. Si el gran Botella la leyera, de puro avergonzado se volvería a Francia.

Será un disputar graciosísimo dijo Amaranta porque cada cual pedirá esto y lo otro y lo de más allá. Conque salga uno diciendo: «Yo quiero tal cosa», y otro responda: «Pues no me da la gana», se animará esta desabrida reunión. ¡Cuándo las habrán visto más gordas!

No me digan a que ha resistido objetó doña Flora ; lord Gray es muy galán y muy lindo mozo... ¿A qué vienen con hipocresías?... La niña se marchó con él porque le dio la gana. Doña María estará satisfecha de la formalidad de las niñas... dijo Amaranta riendo . Ahora repetirá su muletilla: «Yo educo a mis hijas como me educaron a ». ¿Pero se ha marchado lord Gray con ella? pregunté.

Pues el amor de este no tiene nada de respetuoso dijo Amaranta, mirando con picaresca atención a doña Flora . Mi amiga, que me está oyendo, es testigo de la impetuosidad y desconsideración de este violento joven. D. Pedro fijó sus ojos en doña Flora.

Temía yo ser visto de Amaranta; pero como ésta y su tía habíanse adelantado y estaban ya arriba, me aventuré a seguir al diplomático, que subió detrás de todos con Inés, sosteniéndola por la cintura. Delante iban los criados con hachas, detrás yo solo. Inés se envolvía con un gran manto, chal o cabriolé que tenía larguísimos flecos en sus orillas.

El enemigo, al ver mi actitud, retrocedió lleno de espanto, y he aquí cómo sin efusión de sangre se les obligó a la retirada. Amaranta no podía contener la risa oyendo la disputa entre los dos vejetes. Antes de que ésta concluyera, entró la de Leiva y dijo: Acaba de llegar la Gaceta Ministerial de Sevilla. Creo que hoy trae la noticia de que ha muerto Napoleón. ¡Jesús! ¿Qué dice usted?

Yo sería muy feliz si me probaras lo segundo, porque uno de mis mayores tormentos consiste en suponer tan profundamente corrompido el corazón que hace años sólo existía para amarme...» Con esto y la firma de Amaranta terminaba la epístola, cuya lectura, absorbiendo mi atención, me distraía de la batalla.

Por ser la soledad mi mayor gusto, rechazaba la compañía de mis camaradas, buscando errante y solo aquellos lugares donde más pronto me perdía. El único sitio adonde iba deliberadamente todos los días era la casa de Amaranta, y pasaba largas horas contemplando su puerta, fijos los ojos en las desnudas paredes, como si quisiese leer en ellas alguna mal escrita página de mi destino.

Hablamos un rato del acontecimiento que mis lectores conocen, y después, arrimando con arte la conversación hacia asunto más de su gusto, me dijo: Amaranta me asegura que no miras con malos ojos a esa jovenzuela que nos trajiste anoche. ¡Bonita formalidad es la tuya! ¿Y qué dirán de un chiquillo que en vez de inclinarse a buscar apoyo para sus inexperiencias en la compañía de personas mayores, se enloquece con las niñas de su misma edad?... Vuelve en ti, hombre... oye la voz de la razón... penétrate bien de...

Palabra del Dia

bagani

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