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Actualizado: 7 de junio de 2025
Cuando yo las acomodaba en mi equipaje, pude ver de soslayo los sobres, y me quedé frío de sorpresa y casi diré de terror: leí los nombres de Amaranta, de la Marquesa su tía y del señor diplomático. Santorcaz, que aún no había recibido lo que aguardaba, se quedó, prometiendo juntarse con nosotros al día siguiente o a los dos días.
Amaranta y de su tía, lo cual érame sumamente fácil, por haber visto los sobrescritos de las cartas que traíamos para aquellas personas. Las doce serían cuando llegué a la calle de la Espartería, donde era la residencia de la tía de Amaranta. En lo sucesivo, y para evitar confusiones, ya que no puedo nombrarla con su verdadero nombre, usaré el título convencional de marquesa de Leiva.
Sí, dixe yo: muchas, y á no ser mias, me parecieran dignas de alabanza, como lo fueron: Los Tratos de Argel: La Numancia: La gran Turquesca: La Batalla Naval: La Gerusalen: La Amaranta ó La del Mayo: El Bosque amoroso: La Unica y la vizarra Arsinda, y otras muchas de que no me acuerdo; mas la que yo mas estimo, y de la que mas me precio, fue y es, de una llamada La Confusa, la qual, con paz sea dicho de quantas comedias de capa y espada hasta hoy se han representado, bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores.
Discreta amiga mía repuso él con vehemencia . Usted me juzgue mal. ¿Impedirá usted que me despida de ella? Dos palabras nada más. ¿Saben que me voy esta noche? ¿Es de veras? Tan cierto como que nos alumbra el sol... ¡Pobrecita Asunción!... También ella se alegrará de verme... Vamos, no salgo de aquí sin decirle adiós... Francamente, milord indicó Amaranta . No creo en su partida.
No es tampoco D. Pedro dijo Amaranta riendo con sus sesenta años a la espalda, hombre a propósito para una mujer fresca y lozana como usted, amiga mía.
¿De verás se marcha usted? dijo Amaranta saliendo de su atonía. Sí, señora, estoy decidido... Vendré a despedirme de usted... Conque Sr. D. Pedro... Lo dicho, dicho. Enviaré mi padrino. Lo dicho, dicho. Enviaré el mío.
Pero ¡ay!, en estos tiempos corrompidos no hay flor que no se aje, ni pureza que no se manche, ni resplandor que no se oscurezca con alguna nubecilla. Está dicho todo, y con esto, señoras, pido a ustedes licencia para retirarme. Levantábase para partir, cuando doña Flora le detuvo diciendo: ¿Qué es eso, Sr. D. Pedro? ¿Qué arrebato le ha dado? ¿Hace usted caso de las bromas de Amaranta?
Vamos, estoy tranquilo dijo lord Gray . Veo que me imputan las hazañas de este pícaro Araceli, dejando en el olvido las mías propias. Desvaneceré el engaño, aunque en realidad, yo acepto todas las glorias de esta clase que me quieran adjudicar... La señora condesa estará ya contenta. Amaranta no contestó. Disimule usted dijo D. Pedro . Eche usted sobre el prójimo sus abominables culpas.
Yo no creo que haya tales Cortes dijo Amaranta porque las Cortes no son más que una cosa de figurón, que hace el rey para cumplir un antiguo uso. Como ahora estamos sin rey... ¿Pues no ha de haber? Nada; vengan esas Cortes. Cortes nos han prometido, y Cortes nos han de dar. Pues poco bonito será este espectáculo.
Es una calumnia, sí señor, una calumnia. ¿Pero qué es esto? dijo Amaranta fingiendo la mayor estupefacción . ¿Mis palabras han podido causar el disgusto del Sr. D. Pedro? Jesús, ahora caigo en que he cometido una gran imprudencia. Dios mío, ¡qué daño he causado! Sr. D. Pedro, yo no sabía nada, yo ignoraba... Desunir por una palabra indiscreta dos voluntades... Este mozalbete tiene la culpa.
Palabra del Dia
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