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Actualizado: 18 de julio de 2025
¡Oh patria, oh Buenos Aires! tú ocupas hoy la mente De miles de proscriptos por tierras estrangeras, De grandes ciudadanos á los que el ser tu dieras Y vagan desterrados del suelo de su amor; Y tu eres para ellos el sueño de su vida, Eres la blanca estrella que guia al peregrino, Y en noche tempestuosa le enseña su camino Como astro de los mares que alumbra al viajador.
10 E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh si me dieras bendición, y ensancharas mi término, y si tu mano fuera conmigo, y me libraras de mal, que no me dañe! E hizo Dios que le viniese lo que pidió. 11 Y Quelub hermano de Súa engendró a Mehir, el cual fue padre de Estón. 13 Los hijos de Cenaz: Otoniel, y Seraías. Los hijos de Otoniel: Hatat, 14 y Meonotai, el cual engendró a Ofra.
-Yo lo hiciera -respondió Sancho-, pero no soy nada codicioso; que, a serlo, un oficio dejé yo esta mañana de las manos, donde pudiera hacer las paredes de mi casa de oro, y comer antes de seis meses en platos de plata; y, así por esto como por parecerme haría traición a mi rey en dar favor a sus enemigos, no fuera contigo, si como me prometes docientos escudos, me dieras aquí de contado cuatrocientos.
Arrojáronse de los caballos Claudia y Roque, llegáronse a él, temieron los criados la presencia de Roque, y Claudia se turbó en ver la de don Vicente; y así, entre enternecida y rigurosa, se llegó a él, y asiéndole de las manos, le dijo: -Si tú me dieras éstas, conforme a nuestro concierto, nunca tú te vieras en este paso.
»Pues bueno, y para fin y remate del camino que traigo y ya me cansa: creo que si tú te animaras y me dieras el regalo de tu compañía en esta casona, el vocear de la tierra me sería más llevadero.
Antes que dieras muchos pasos en ella ya él la habrá saltado y estará en su casa. El mozo de Rivota se encogió de hombros con cólera y desdén y profirió sordamente: Bueno... otro día será.
Ya ves que soy franco. Hasta que llegó la restauración y volvimos con ella a nuestros destinos todos los leales. Conformes, hasta en eso de la lealtad; pero entre la proclamación de la República y el estampido de Sagunto pasó tiempo sobrado para que te dieras una vuelta por tus lares. ¿A qué, Manolito de mi alma? ¡Me iba tan bien por ahí afuera!
Nunca, ya lo sé respondió ella, y si alguna vez, dentro de cinco, dentro de diez años, tú notaras que algo parecido al amor me ata a mi marido, si te dieras cuenta que el hábito me ha trabajado hasta inspirarme por él algún sentimiento real, no pongas entonces en duda que la Adriana de ahora ya no existe y ha dejado en su lugar una criatura puro instinto, una criatura muy vil y muy despreciable.
Palabra del Dia
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