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Respiraban tal vivo entusiasmo por las glorias del catolicismo, una fe tan ardiente y cierta frescura de corazón, que rara vez suelen hallarse en la escéptica juventud del día.

Aunque no lo sea usted por la edad dijo Amalia interviniendo oportunamente para evitar rozamientos, lo es por la franqueza y espontaneidad de sus sentimientos, por la frescura de corazón que otros con menos años no tienen. Los niños aman con más sencillez y vehemencia que los hombres.

Seguramente no es grande el valor poético de esta composición; falta el arte en el conjunto de la acción, y su desarrollo es duro y grosero; pero, sin embargo, respira toda ella cierta frescura y grata sencillez. La rudeza de su exposición se harmoniza admirablemente con el colorido popular, que la distingue .

Así, de musgo á musgo y de planta á planta, en la multitud infinita de células orgánicas, se encuentra aún el caudal de aguas corrientes del arroyuelo, desde, el principio al fin del barranco. Es verdad que no se ve esta corriente, que no se oye su murmullo, pero se adivina y se goza la dulce frescura que esparce por la atmósfera.

En la primera de estas comedias se nos presenta con la mayor delicadeza la aparición del sentimiento del amor en una doncella, casi niña, personificando en esta Marcela un sentimentalismo tierno y visionario, lleno de frescura, de sencillez, de vida y alegría, que nos impresiona singularmente del modo más grato.

Detrás de ellas la piel florecía con un sinnúmero de costras y escoriaciones, unas secas ya, otras rezumando, con una frescura que atraía á las moscas. Era el hermano encargado de enseñar la casa del santo.

Los Miserables, siempre la comedia.... La escena del Convencional, ¿no es eso? don Santos es un borracho insolente que escupiría al Obispo con mucha frescura; don Pompeyo discutiría con Su Ilustrísima si había Dios o no había Dios.... No hay que pensar en ello. ¡Absurdo moverse de aquí! Hubo algunos momentos de silencio.

Clementina también le dió un apretón de manos, más alegre al ver lo bien y dignamente que salía del paso, que satisfecha en su orgullo. La verdad es que en aquella ocasión sintió hacia él lo que nunca más volvió a sentir, una migaja de amor. Si hubo humillación en semejante escena resultó para ella, por la frescura y el aplomo desdeñoso con que su novio la llevó a término. Pero no importa.

La casa sólo debía ser una envoltura de líneas puras y simples, en cuyos flancos estuviesen almacenados el calor ó la frescura, según la estación, el agua pronta á correr por todas partes, la electricidad escapando en chorros luminosos ó agitando la atmósfera con el aleteo de la brisa. Le fué más fácil transformar con rapidez su vivienda errante sobre los mares.

Otras mañanas, cuando Luis Dupont no sentía deseos de conversar con el capataz, entrábase en la casa buscando a María de la Luz, que trabajaba en la cocina. La alegría de la muchacha, la frescura de su piel de morena fuerte, producían en el señorito cierta emoción. La castidad voluntaria que observaba en su retiro, le hacían ver considerablemente agrandados los encantos de la campesina.