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Actualizado: 29 de junio de 2025
Ya ha tiempo que veo venir este trance y no pienso más que en eso añadió en voz baja y fatigada ¡y en ella!
La muerte estaba allí, halagüeña y acariciadora para aquella vieja infantil que se abandonaba a ella sin resistencia. Me siento tan gastada y tan fatigada, hija mía, que es caritativo dejarme al fin reposar.
Lucía había ido a verla; a buscarla en su coche para que paseasen juntas; a que fuese a su casa a que la conociera Ana; y Ana la quiso retratar; pero Lucía no quiso «porque ahora Ana estaba fatigada, y la retrataría cuando estuviese más fuerte», lo que, puesto que Lucía lo decía, no pareció mal a Sol.
El continuaba su carta con la memoria ocupada por el recuerdo de Teri, pero esto no le impedía, por costumbre o por «honradez profesional», el contestar con sonrisas y movimientos de cabeza a las caricias silenciosas de Nélida. Fatigada ésta de la inmovilidad de Ojeda, acabó por apartarse de la ventana, yendo hacia el avante del paseo, donde estaban Isidro y el doctor Zurita.
La cabeza está fatigada; la pluma descansa sobre el papel, nada escribe. La atencion del calculador está como adormecida de puro fija; casi no sabe si piensa.
Varias veces temblaron sus labios para formular la pregunta. Una vergüenza invencible la detenía. Deja el libro, hija mía: estarás fatigada dijo al cabo. Y su voz salió de la garganta temblorosa como si hubiese pronunciado alguna frase grave. Lo estará usted de oir. Yo no: a Dios gracias, tengo sana la garganta.
Mi alma también se siente como la de usted triste y fatigada; mas por eso mismo, y conociendo que la soledad no disiparía su tristeza ni aliviaría su fatiga, quiere el dulce apoyo de una compañera, no para lanzarse con ella en busca de violentas emociones, sino para hallar en ella la paz que le falta y el bien y el regalo que sólo pueden calmar la sed que siente de inefables venturas.
La divinidad, fatigada de tanto rezo contradictorio, iba á volverse de espaldas para no oir á unos ni á otros. ¿Por qué no se marchaba esta mujer fatal?... Lo mismo que al principio de las hostilidades, volvió á sentir el tormento de su presencia. Doña Luisa repetía inconscientemente las afirmaciones de su hermana, sometiéndolas al criterio superior del esposo.
Quiere estar sola, completamente sola, y dirigiéndose a uno de los criados: Id a decir a la señora que yo estaba fatigada, y he subido a mi cuarto. Annie, su camarera, dormitaba en un sillón. Despidiola, pues ella misma quería desvestirse. Dejose caer en un diván experimentando un delicioso cansancio. La puerta del cuarto se abre; es madama Scott. ¿Estáis enferma, Bettina? ¡Ah!
Pero Bettina lo miraba, y de repente díjole a Pablo: Os agradezco mucho, señor, mas estoy fatigada... Detengámonos, os ruego... ¿Me perdonáis, no es verdad? Pablo le ofreció el brazo. No, gracias dijo ella. La puerta acababa de cerrarse. Juan no estaba ya allí. Bettina atravesó el salón corriendo, y Pablo se quedó solo, sin comprender lo que le pasaba.
Palabra del Dia
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