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Actualizado: 11 de junio de 2025


Ocurre preguntar ahora, si estos espectáculos de los siglos medios han de mirarse como hijos del teatro romano; si el mimo y pantomimo, cuya existencia en el siglo VI hemos probado antes, continuaba siempre subsistiendo, y si las máscaras del primero, cuya no interrumpida duración ha demostrado Riccoboni con tales visos de verosimilitud, fueron también conocidas por este tiempo en los paises en que dominaron los romanos.

No tenía apetito; era tan grande su dolor, que no tenía ganas ni siquiera de abrir la boca. De modo que después de rezar otra vez se ha dirigido a la sala. En la sala ha tenido una tentación. ¿Por qué no decirlo? , ha tenido una tentación; es decir, ha querido mirarse al espejo. ¿Estará ella tan vieja como piensa? ¿Se podrá colegir por el aspecto de su cara si ha de vivir aún algunos años?

El secretario miró con cierta inquietud al P. Sibyla y al P. Irene. Lo gordo iba á salir. Ambos se prepararon. La solicitud de los estudiantes pidiendo autorizacion para abrir una Academia de Castellano, contestó el secretario. Un movimiento general se notó entre los que estaban en la sala y despues de mirarse unos á otros fijaron sus ojos en el General para leer lo que dispondría.

La leche es con frecuencia un medio de restablecer la salud. El instinto que impulsa al enfermo á desear tal ó cual especie de alimentos, no debe mirarse con indiferencia. La dieta prolongada mas allá de los justos límites, determina algunas veces en las afecciones febriles fenómenos atáxicos y pútridos.

No, amigos mios, no: si así fuese, bien sabe Dios que no hallaria aquí gran cosa que admirar. Los hechos no pueden mirarse de ese modo, de un modo egoista. La fábrica de Sevres, como la manufactura de los Gibelinos, tiene un sentido mucho más alto, otra clase de elocuencia social.

Esto prueba tres cosas, que no deben mirarse con indiferencia: primero, que Quevedo no ha escarmentado; segundo, que está en inteligencias con mi hija; y tercero, que estuvo anoche en el cuarto de la reina.

Después de mirarse gravemente al espejo muchas veces y de procurar arreglarla tirando de ella hacia abajo, el tío Manolo soltó un terno y echó una mirada feroz a Miguel. En seguida, procurando refrenarse, sin poder conseguirlo, exclamó por lo bajo y sonriendo forzadamente: ¡A que no me visto hoy, Miguelito!

Al frente se destaca la masa de la ciudad, sin perspectiva de calles, porque los edificios están como amontonados sobre el borde de la barranca, cual si quisiesen todos mirarse, por los huecos de sus innumerables balcones y ventanas, en las ondas azules y trasparentes del fondo del abismo, y aspirar las brisas de las campiñas de la márgen derecha.

Este mudo apretón, este contacto invisible, valía más que todas las palabras. Caminaban lentamente, sin mirarse, como si toda su atención y el calor de su vida estuviesen concentrados en los brazos, que se apretaban con estremecedor contacto, confundiendo los latidos de sus venas.

En seguida, después de mirarse unas a otras, se fijaron en ella con cierto embarazo y cambiaron la conversación. Sin duda aquélla, la mayor de las hermanas, había sido para su padre un ser de adoración, el motivo amoroso de su muerte; y acaso en una viudez virginal, se había ella consagrado a la fidelidad de un cariño que a través de la muerte perduraba por la comunicación doliente de sus almas.

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