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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Las señoras se enfadan si hablo de Canzana y no quieren que me acuerde de ustedes ni que la llame á usted madre. Pero esto no puede ser. Usted siempre será mi madre y mi padre será mi padre y Pepín y Manolín serán mis hermanos, y me estoy acordando de ustedes todo el día y á veces también toda la noche, porque no duermo tan bien como dormía ahí.
Toma un enorme pan, lo corta en sopas, las aliña y las pone á cocer. Sube arriba. La planta alta de la casa constaba de una salita y cuatro dormitorios, todos ellos con ventana al campo. Se dirige al de sus hermanos Pepín y Manolín. ¡Sus! ¡Arriba, holgazanucos, arriba! Los niños antes de levantarse se hacen besuquear y acariciar largamente por su hermana.
Por lo pronto, que se retire este joven cacoquimio, que no quiero testigos de vista dijo, nerviosa, la duquesa, señalando al tímido y doliente familiar. Manolín, auséntate. Y ahora, ¿a qué debo en esta humilde casa....? Déjate de resabios de fraile y lugares comunes. ¿Qué hablas ahí de humilde casa, si es una de las mejores de la ciudad? Bien, pero la humildad la habita.
Eso lo veremos bien pronto. ¿A qué debo la honra...? ¿Y tú lo preguntas? ¿No lo adivinas? Pues debieras saberlo, puesto que acaba de salir de aquí ese cachalote.... No sea usted cruel, señora; el pobre Manolín un cachalote.... No te hagas más tonto de lo que eres; me refiero al Padre Alesón. ¡Ah! ¡Ah! Te has quedado boquiabierto. Pues yo vengo a lo mismo que el fraile. ¿Qué habéis hablado?
Demetria abrazada á ella repetía con frenesí este sagrado nombre como si quisiera indemnizarla del tiempo en que no había podido dárselo. Manolín y Pepín saltaron de la cama en camisa y se abrazaron á sus faldas gritando de alegría. Demetria los cogió al fin y elevándolos del suelo los besó con arrebato infinitas veces.
Demetria le dejó explayarse sin despegar los labios. Terminado el aseo principió el de Manolín, que se llevó á cabo con el mismo silencio. Y después que los hubo vestido se bajó á la cocina de nuevo, tomó la leche que había quedado de la noche anterior, la vertió en el odre y salió de casa dirigiéndose á la fuente para mazarla . Estaba la fuente un poco apartada del pueblo.
En los paseos públicos habría unos bancos para niños, unos bancos para niñeras, unos bancos para ancianos, y quizás hubiese también unos bancos especiales para los candidatos al Parlamento: los chicos de tres años, cuando estuviesen cansados de jugar, irían de banco en banco, y, calándose unas gafas, estudiarían los diferentes letreros: ¿Soy yo candidato? se preguntaría Manolín . ¿Soy una niñera?...
Aunque pareciera irreverencia, en rigor..., en rigor..., lo que correspondía era llamar a la criatura Manolín... o Jesús. ¡No que él se comparase con Dios Padre, ni siquiera con San José!...». La idea de San José le hizo incorporarse en la cama, donde ya se había tendido, sin desnudarse.
Al cabo siguió repitiendo el comienzo: «Mis queridísimos padres: Me alegraré que al recibo de esta carta se encuentren ustedes buenos y Pepín y Manolín también y el ganado igualmente. Yo tengo salud gracias á Dios, aunque no tanta como en ésa. Muchos días no tengo ganas de comer y dicen que me he quedado más delgada.
Palabra del Dia
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