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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Vivía en un enorme caserón cercano a las Escuelas Pías; figuraba entre los primeros fabricantes de seda, y más de doscientos telares trabajaban para él, elaborando piezas de seda rayada, vistosa y sólida, y pañuelos de brillantes colores, que eran enviados a las más apartadas provincias de España y hasta la misma América, cosa que asombraba y producía cierto temor respetuoso entre el comercio a la antigua.
La sala estaba llena de agricultores de las cercanías, a quienes tanto dinero por pedazos de tierra los sumergía en una especie de respetuoso estupor. Sin embargo, M. Gallard se inclina hacia Sandrier, el abogado que hacía la oferta para él. Trábase una lucha entre Gibert y Sandrier. Llegan hasta dos millones quinientos mil francos. Breve momento de vacilación en Gallard.
El presidente le hizo las preguntas de la ley, en tono respetuoso y hasta galante. Respondió con notable claridad y precisión. ¿Es cierto le preguntó el presidente que ha sido usted objeto de una agresión maliciosa y escandalosa por parte del procesado? Sí, señor. Relate usted lo ocurrido en la forma que usted crea más oportuna, sin separarse de la verdad.
La misma gravedad del insulto me indica que hubo de tu parte un acto extraordinario. ¡Atreverse ese pobre muchacho respetuoso y tímido á querer abofetear á un hombre como tú!... ¿Qué has hecho para excitarle hasta ese punto? Lubimoff no se dignó responder. Sin abandonar su enfurruñada inmovilidad, preguntó lacónicamente: ¿Quieres ó no quieres?
Pero ya los visitantes se habían colado dentro pasando por delante de doña Mónica. Buenas noches, padre... ¿Cómo sigue, padre? dijo uno tomándole la mano con ademán respetuoso. El otro vino a hacer lo mismo. Eran dos jovenzuelos exiguos y morenos, de cabellos negros ensortijados que gastaban un cuello de camisa tan descotado que casi se les veía el pecho.
Con serenidad y desenfado respetuoso y en correcta y elegante lengua portuguesa, el anciano contestó al Rey: Yo señor, he nacido en Lisboa. Aquí he pasado los mejores años de mi vida. Pensaba yo permanecer en Portugal muy poco tiempo, y no recelaba que nadie me reconociese, descubriendo y divulgando mi nombre, mi religión y mi casta, tan aborrecida hoy en España toda. Por desgracia no ha sido así.
No tal; yo no tengo más que un padrino manifestó la chica, cada vez más recelosa. Y se alejó del grupo. Fue donde estaba Amalia; se le puso delante cruzando sus bracitos sobre el pecho y dijo haciendo una reverencia: Madrina, la bendición. La dama le entregó su mano, que la niña besó con respetuoso cariño. Luego, cogiéndola en sus brazos, la besó en la frente. Que descanses, hija mía.
Dentro de estos, que podríamos llamar «antojos ó caprichos de la opinión», hay reglas constantes: el público, v. gr., de los sábados y domingos, «es malo»; el de las tardes, «bueno», y más accesible que ningún otro á la emoción de la risa; el público de los estrenos es el más descontentadizo, pero también el más respetuoso y atento.
Y Salvatierra, ante el silencio respetuoso de sus amigos, hacía el elogio del porvenir revolucionario, de la sociedad comunista, ensueño generoso, en la cual los hombres encontrarían la felicidad material y la paz del alma. Los males del presente eran una consecuencia de la desigualdad. Las mismas enfermedades eran otra consecuencia.
No desdeñe V. al nuevo ahijado que le presento, aunque no valga lo que Pepita, y créame su afectísimo y respetuoso servidor. *El Comendador Mendoza.* Á pesar de los quehaceres y cuidados que me retienen en Madrid casi de continuo, todavía suelo ir de vez en cuando á Villabermeja y á otros lugares de Andalucía, á pasar cortas temporadas de uno á dos meses.
Palabra del Dia
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