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Actualizado: 31 de mayo de 2025
La misma gravedad del insulto me indica que hubo de tu parte un acto extraordinario. ¡Atreverse ese pobre muchacho respetuoso y tímido á querer abofetear á un hombre como tú!... ¿Qué has hecho para excitarle hasta ese punto? Lubimoff no se dignó responder. Sin abandonar su enfurruñada inmovilidad, preguntó lacónicamente: ¿Quieres ó no quieres?
Era enorme y de hermosa estampa, pero corría por el centro de la plaza, mirando con extrañeza a la ruidosa muchedumbre de los tendidos, asustado de las voces y silbidos con que pretendían excitarle y huyendo de su propia sombra, como si adivinara toda clase de asechanzas. Los peones corrían tendiéndole la capa.
Mas para llegar a ese extremo, es decir, para que pueda yo excitarle a que se vaya, es preciso asegurarle aquí antes con algo que le sirva de cebo para volver, por natural y espontáneo movimiento de su corazón... En una palabra, tiene usted que aclimatarse de nuevo a esta casa y a esta tierra, y a estos hombres, tales y como habían llegado a parecerle, a la muerte de su tío don Celso.
Pero Miguel estaba realmente interesado en la aventura, aunque no tanto como decía en su carta: esta contestación no hizo más que excitarle.
Le animaba la antigua fiebre oratoria y hablaba como en los mítines, cuando no podía contener su palabra entre los aplausos, las protestas y el oleaje de la muchedumbre resistiendo a la Policía. El asombro del sacerdote sirvió para excitarle más. Felipe II continuó era un extranjero, alemán hasta los huesos.
Afectaba en sus gestos y palabras la indolencia de un hombre cansado de la vida, para el cual el mundo nada nuevo puede ofrecer a los veintidós años; miraba con insolente fijeza, y cuando escuchaba a alguien, lo hacía con aire protector y desdeñoso. Era el tiranuelo de la casa, y a este privilegio unía el de excitarle la bilis a su tío don Juan siempre que se ponía en su presencia.
Pues de un modo muy sencillo: dejando todo, su señora, casa suya, galán bunito; yéndose a vivir con Almudena, y quedando unidos ya los dos para toda la vida. No respondió la anciana con negación rotunda por no excitarle más, y se limitó a presentarle los inconvenientes del abandono brusco de su señora, que se moriría si de ella se separase.
Pero cuanto disminuye su mérito dramático y valor poético, considerada como producción literaria, está compensado por otra especie de interés, que hace enmudecer á la crítica, pues ¿quién podrá ahogar la impresión, que ha de excitarle la pintura de las penalidades, que sufrió el desdichado poeta? ¿Quién leerá, sin conmoverse ni interesarse, las escenas en que el autor aparece en el teatro con el nombre de Saavedra? ¿Quién no participará del elocuente celo, con que excita á sus conciudadanos á rescatar á los cautivos cristianos de Argel?
Palabra del Dia
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