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Actualizado: 17 de julio de 2025
Doña Franquista, creyendo que su mal humor era rabia por habérsele frustrado la aventura que ella evitó, le oía refunfuñar y maldecir sin hacerle pizca de caso, hasta que irritado con aquella ofensiva indiferencia y envalentonado por su senil amor, llegó a convertirse en tiranuelo del hogar donde dos años antes tenía idéntica autoridad que el gato.
Afectaba en sus gestos y palabras la indolencia de un hombre cansado de la vida, para el cual el mundo nada nuevo puede ofrecer a los veintidós años; miraba con insolente fijeza, y cuando escuchaba a alguien, lo hacía con aire protector y desdeñoso. Era el tiranuelo de la casa, y a este privilegio unía el de excitarle la bilis a su tío don Juan siempre que se ponía en su presencia.
Porque, ¿cómo sería posible concebir de otro modo, si la ignorancia en que viven en Europa de la situación de América no lo disculpase; cómo sería posible concebir, digo, que la Inglaterra, tan solícita en formarse mercados para sus manufacturas, haya estado durante veinte años viendo tranquilamente, si no coadyuvando en secreto a la aniquilación de todo principio civilizador en las orillas del Plata y dando la mano para que se levante cada vez que le ha visto bambolearse al tiranuelo ignorante que ha puesto una barra al río para que la Europa no pueda penetrar hasta el corazón de la América a sacar las riquezas que encierra y que nuestra inhabilidad desperdicia? ¿Cómo tolerar al enemigo implacable de los extranjeros que, con su inmigración a la sombra de un Gobierno simpático a los europeos y protector de la seguridad individual, habrían poblado en estos últimos veinte años las costas de nuestros inmensos ríos y realizado los mismos prodigios que en menos tiempo se han consumado en las riberas del Mississipí? ¿Quiere la Inglaterra consumidores, cualquiera que el Gobierno de un país sea?
Lo que menos me importa es ese viejo contestó el militar. Antes me interesaba un poco. Creí que era de usted pariente, su esposo tal vez. Pero después he sabido que es un tiranuelo que vive para martiriza á una pobre huérfana, que se muere da melancolía encerrada aquí. No puedo ver con indiferencia que una persona tan guapa, tan amable, tan digna de ser feliz, pase la vida en poder de esa fiera.
Palabra del Dia
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