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Actualizado: 25 de mayo de 2025


790 Cuando ya no pudo hablar le até en la mano un cencerro, y al ver cercano su entierro, arañando las paredes, espiró allí entre los perros y este servidor de ustedes. 791 Le cobré un miedo terrible después que lo vi dijunto; llamé al alcalde, y al punto acompañado se vino de tres o cuatro vecinos a arreglar aquel asunto.

Abrazad, primo, a este caballero, que es el señor don Diego de Carriazo, gran señor y amigo mío. Ya conozco al señor don Diego respondió el Corregidor , y le soy muy servidor.

Pero no resistirá, yo se lo aseguro a usted; perfectamente cómo se hacen estas cosas: cuando se ha dado un paso en vago como el que ha dado esa mujer... cuando está ofendida la moral pública... Bien, bien; ¿quedamos convenidos? , señor. Envíeme usted el fraile. Le enviaré al momento. Adiós. Servidor de usted, caballero. Salí dejando sobre la mesa del comisario algunos billetes de banco.

¡Brava ocasión para chanzas! dijo el señor de Morel, con mirada tal que hizo temblar al escudero. Además, no se dirá que un servidor mío ha hecho burla de un noble en mi presencia sin el debido correctivo. Después de todo, continuó reprimiendo con trabajo una sonrisa, demasiado que ha sido esa una chanza de muchacho, sin intención aviesa.

Señorita Helouin, es tiempo de poner fin á esta escena, porque ya raya en melodrama. Me ha hecho usted una buena jugada para prevenirme sobre el terreno de la delación y de la calumnia; pero puede descender á él en plena seguridad, pues le doy mi palabra de no imitarla. Después de esto, soy su servidor.

A la gran barbarie del mar correspondía la barbarie de su servidor el marino; a la brutalidad del elemento salobre, la brutalidad humana. En aquella época, un marino volvía a su rincón con un anillo en la oreja, una pulsera en la mucheca y una cacatúa o una mona en el hombro.

El criado se aleja de allí mientras tanto, y Don Gabriel le sigue, ya excitado por la curiosidad, ya para no perder ciertos recuerdos de una de sus anteriores damas guardados en su equipaje; de repente se ve solo en la obscuridad, porque, sin notarlo, ha llegado, en persecución de su ladrón y atraído por él, á un aposento del castillo, y encuentra cerradas las puertas á su rededor, pero no permanece mucho tiempo en este estado, porque su servidor, el gracioso, se descuelga con una cuerda por la chimenea; en una palabra, el caballero extraviado ha caído en un castillo encantado.

Hay ahí un drama interesante, incluso para el público de los bulevares. Nada falta, ni el fiel servidor Eumeo, ni el pastor que hace traición a su amo, ni las criadas juiciosas, ni las criadas locas. El único defecto de esta historia es que siempre nos la han servido con una traducción llena de énfasis.

Currita leyó extrañada estas solas líneas: «Si la señora condesa de Albornoz viene a Loyola a confesar sus pecados y a pedir a Dios perdón de sus extravíos, no tiene que fijar hora ni tiempo, porque todos son igualmente oportunos... Pero si viene sólo a hacer a esta Santa Casa testigo del escándalo de su vida, se la suplica encarecidamente evite el disgusto de tener que cerrarle la puerta a su afectísimo en Cristo y humilde servidor, PEDRO FERNÁNDEZ, S. J.»

El conde pronunció estas palabras con tal pausa y frialdad, que no es fácil comprender cómo no se helaron antes de salir fuera de los labios. Servidor de usted dijo Octavio, con señales visibles de hallarse cortado. He oído hablar bastante de su papá prosiguió el conde, con mayor pausa aún y sin apartar su mirada fría y escudriñadora del rostro del mancebo.

Palabra del Dia

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