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Todo esto, solamente por lo de los primeros días; porque en cuanto se supo que Nieves andaba sola por las escabrosidades y umbrías de Peleches, y llegó a vérsela, sola también, por la bahía con el hijo del boticario, los aspavientos no tuvieron límites, y se indignaron las mujeres, que, al mismo tiempo, se afanaban por imitarla en el corte de los vestidos y en la manera de andar.

Señorita Helouin, es tiempo de poner fin á esta escena, porque ya raya en melodrama. Me ha hecho usted una buena jugada para prevenirme sobre el terreno de la delación y de la calumnia; pero puede descender á él en plena seguridad, pues le doy mi palabra de no imitarla. Después de esto, soy su servidor.

Si tal vez se complacía en lucir alguna habilidad, alguna buena prenda de su espíritu, algún primor o elegancia de su persona, era con los capaces de sentir el estímulo de imitarla o alzarse hasta ella; no por el prurito de excitar estéril admiración o envidia dolorosa. Doña Luz, por lo mismo que tenía tanto orgullo, no tenía chispa de vanidad. Gustaba en todo de pagar con usura lo que recibía.

Consultó la observación con Leto que iba a su lado, y Leto la dijo: Fíjese usted bien, particularmente en la Escribana mayor, que es la que más lo exagera... ¿No cae usted? No caigo. Pues consiste en que han dado todas en la gracia de imitarla a usted en el modo de andar y en el de vestir. Nieves se hizo cruces.

La visita resultaba larga, y el torero no parecía dispuesto a marcharse, contento de permanecer cerca de ella, confiando vagamente en una combinación del azar que los aproximase. Gallardo tuvo que imitarla. Ella excusó su resolución con la necesidad de salir. Esperaba a su amigo: tenían que ir juntos al Museo del Prado. Luego le invitó a almorzar para otro día.

La poderosa federación va realizando entre nosotros una suerte de conquista moral. La admiración por su grandeza y por su fuerza es un sentimiento que avanza a grandes pasos en el espíritu de nuestros hombres dirigentes, y aún más quizá, en el de las muchedumbres, fascinables por la impresión de la victoria. Y de admirarla se pasa por una transición facilísima a imitarla.

Penélope era la más amable de las mujeres, al decir de Homero, y sabía encontrar para todos una palabra cortés y una sonrisa graciosa. ¿Es que con el tiempo se ha convertido en una viejecita huraña y gruñona? Elena guardó silencio. Núñez siguió bromeando unos instantes; pero viendo que no lograba arrancarle una palabra, despechado, concluyó por imitarla y dejarse conducir hasta la casa.

Ahora lo recuerdo con desprecio. Por eso vivo en Monte-Carlo: tengo la corazonada de que la suerte volverá á buscarme aquí y no en otra parte. ¿ no juegas? Se irritó Miguel ante esta pregunta. ¿No le había dicho que estaba arruinado? ¿Iba á imitarla á ella, que empeoraba su situación perdiendo los restos de su fortuna? ¡Arruinado! exclamó Alicia . Tu mala época no puede ser larga.

Habían hecho que lo tomara casi en aborrecimiento las intemperancias galantes de aquellos donceles que la miraban, que la seguían y que la requebraban implacables, y de aquellas damas que buscaban su trato incesantemente para alabarla cuando hablaban con ella, para ponerla defectos las más, en cuanto se alejaban un poco, y para imitarla todas, al fin, hasta en el modo de andar.

Lo que hacía Guillermina era para asustar a cualquiera. Fortunata no se creía con valor para tanto. Y sin embargo, al ver a la insigne dama aristocrática humillarse de aquel modo, avergonzose de no tener valor para imitarla, y sacando fuerzas de flaqueza, ofreció su ayuda.