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Actualizado: 29 de mayo de 2025


Veis cubiertas sus rocas con una á modo de capa de escabrosidades grises; mas aquello son seres animados, todo un mundo asentado allí, que queda en seco durante el reflujo, se cierra y esconde, volviendo á abrir sus ventanillas cuando el bueno del mar, su alimentador, le trae de nuevo el sustento.

En otro lugar leemos: «En las escabrosidades de las altas montañas de todas las islas Filipinas, y en las espinosas de sus impenetrables bosques, habitan numerosas razas ó tribus de infieles, hasta cuyos desgraciados individuos no ha penetrado aún, por desgracia, la luz del cristianismo y de la civilización.

De las grietas de las rocas surgían pinos de montaña y otros árboles que habían echado raíces y crecido enormemente, doblándose sobre el río hasta casi tocar el agua con sus ramas; de consiguiente, nuestro avance era cada vez más lento y difícil, por las escabrosidades de la ribera, la enmarañada vegetación silvestre y los pastizales.

Contempla las escabrosidades por donde acaba de atravesar, y se envanece de su temeraria osadía. ¿Y cómo será posible que por estas malezas suban los que le estan mirando? Pero ved ahí un sendero muy fácil; desde abajo no se descubre, desde arriba . Da muchos rodeos, es verdad, se ha de tomar á larga distancia, pero es accesible hasta á los mas débiles y ménos atrevidos.

Faltábame conocer, entre lo que no debía de serme desconocido en aquella vasta y montaraz comarca, la salida del valle por la cuenca del río hasta su desembocadura, con lo cual habría completado yo la travesía del espinazo de la cordillera cantábrica por una de sus vértebras más considerables; y como cabalmente en aquellos días estaba yo en vena de exploraciones y correteos, aunque, bien lo sabe Dios, más que por ansias de la curiosidad, por miedo a la inacción enervadora enfrente del temible enemigo, cabalgué una mañana muy temprano en el peludo jamelgo que tan sesudamente me habían traído y llevado por las escabrosidades más peligrosas de la montaña, y, de propio y deliberado intento, solo y sin otro guía que el instinto y la larga experiencia del honrado cuadrúpedo, más unos informes que me habían suministrado de palabra la noche antes en la tertulia de mi tío; atravesé el ruinoso puente que une las dos orillas del Nansa a corto trecho de la casona, y emprendí la marcha siguiendo la bien trillada senda que culebrea por la ladera del cerro, acompañándome el continuo rumor de las invisibles aguas corriendo en el fondo del sombrío cauce a muchas varas bajo mis pies.

Saltemos, pues, y volvamos á la Junta directiva. Yo aspiro á la perfecta conciliación de nuestra sociedad elegante y de nuestra literatura castiza. Conviene para ello que sea elegante el teatro cuando represente elegancias, y que no se extralimite, ni propagando doctrinas antisociales, ni con sátiras personales y rudas, ni con demasiadas verduras y escabrosidades.

Todos los indios de Filipinas, lo mismo los remontados que los de las ciudades; lo mismo los que campan en su vida nómada en las escabrosidades del Banajao y del Caraballo, que los reducidos; lo mismo los cristianos que los idólatras, aetas, tinguianes y busiaos conocen el valor de la virginidad, y en sus confusas ideas del deber y el honor jamás ha entrado como deshonra el que la compañera que han de tomar por esposa haya perdido al unirse á ellos la flor de la pureza.

Sobre la que quedaba a la derecha vimos, profundamente grabada en la piedra, una anticuada E mayúscula, como de un pie de largo, y pasando por junto de ella, nos encontramos con un cangilón peligroso y lleno de escabrosidades, que, haciendo ziszases, conducía a la pequeña choza. La puerta cerrada y la ventanita de hierro de aquella solitaria cabaña despertaron nuestra curiosidad.

No se atrevía a insistir en su empeño ante la inalterable dureza de aquella roca en forma humana, que exteriormente tenía todas las escabrosidades de la peña y por dentro todos los amargores del mar; pero también él, el jesuita, tenía a falta de aparentes durezas, la constancia y persistente fuerza de la ola.

Todo esto, solamente por lo de los primeros días; porque en cuanto se supo que Nieves andaba sola por las escabrosidades y umbrías de Peleches, y llegó a vérsela, sola también, por la bahía con el hijo del boticario, los aspavientos no tuvieron límites, y se indignaron las mujeres, que, al mismo tiempo, se afanaban por imitarla en el corte de los vestidos y en la manera de andar.

Palabra del Dia

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