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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Sentí que se me desgarraba el corazón, que la sangre se me subía al cerebro. Al apearme del caballo ví, sin quererlo, el cadáver de mi madrina. Estaba velado con un lienzo blanco. Andrés me recibió en sus brazos. ¡Bien te lo decía el corazón! Vacilante, sin saber lo que hacía, me dirigí a la sala, apoyado en el noble servidor que no podía contener los sollozos.
Hábil y fiel servidor, cumple bien con los mandatos de su amo, y su arte de cortesano perfecto y de negociador discretísimo, y su flexibilidad y su paciencia se revelan en todas sus acciones y singularmente resplandecen en el arte con que conlleva y sufre el poco apacible humor del rey D. Felipe y conserva y acrecienta la confianza que le ha inspirado.
Brincaba con alegría, se retorcía, ladraba acariciando con la mirada al fiel servidor, el cual sentía que las lágrimas asomaban a sus ojos, maldiciendo del huésped y de la hora en que había llegado, pues era mucho lo que amaba a aquel hermoso animal. ¡Santo Cristo, qué va a decir el señorito Gonzalo cuando llegue, y sepa que le han matado el Polión!
A la caída de la tarde, Fermín, después de vagar un buen rato por las calles, para dejar algún espacio entre la salida de la oficina y su visita al amo, se dirigió al ostentoso hotel de la viuda de Dupont. Pasó la verja y el portal con la facilidad de un antiguo servidor de la casa. Se detuvo un instante en el patio, de blancas arcadas, entre los macizos de plátanos y palmeras.
Servidor de usted. Se levanta despacio, disimulando un gesto de mal humor, y sale al encuentro del visitante. Yo soy H... Usted habrá recibido una carta que le anunciaba una visita... ¡Ah, sí!... Los dos hombres se dan la mano. Pues aquí tiene usted mi comedia. Tres actos. Usted la leerá, ¿no es eso?... Sí, sí, señor... ¿por qué no?... Advierto á usted que tengo en ensayo muchas obras.
Vea usted aquí, señor Fígaro, a Eduardo Priestley, humilde servidor de usted, cuyo destino debía haber sido sin duda ser inglés, protestante y rico, español, católico y pobre, sin que pudiese encontrar más causa de este trastrueque que las circunstancias. Ya usted ve que la tomaron conmigo desde pequeñito. Mi madre era mujer de rara penetración y de ilustradas ideas.
Dudó largo rato, como si no pudiese creer en la remota semejanza de aquella cara pálida y descarnada con otra que existía en su memoria; pero al fin se convenció de la identidad con dolorosa sorpresa. ¡Gabriel...!, ¡hermano mío! Pero ¿eres tú? Y su rostro rígido de servidor del templo, que parecía haber tomado la inmovilidad de las pilastras y las estatuas, se animó con una sonrisa cariñosa.
Creedme, venid conmigo á saludar al príncipe y después buscaremos alojamiento y mesa; aunque tengo para mí que verá con pesar á tan buen servidor como vos trocar la mesa del príncipe por la de un figón. Pero ¿quién viene ahí? ¿No es ese caballero que nos saluda el señor Roberto Delvar? ¡Dios sea con vos, buen Roberto! Y aquí está también De Cheney. ¡Qué grato encuentro!
A poca distancia le seguían sus alguaciles, y venía detrás una silla de manos. Guárdeos Dios dijo el alcalde á Quevedo parándose delante de él , ¿me conocéis? Hace mucho tiempo, por el servidor más ciego de la justicia. ¿Creéis que un alcalde de casa y corte puede prender á toda persona viviente en los reinos de su majestad y por su real mandato?
Al cabo, los tricornios charolados de los guardias brillaron allá en la puerta del lagar y avanzaron por entre los árboles. Andrés no pudo impedir que su corazón latiese más de prisa. Detrás de los guardias venía Tomás, que se fue quedando rezagado. El joven se adelantó y preguntó a un guardia: Vienen ustedes a prenderme, ¿verdad? ¿Es usted el Sr. D. Andrés Heredia? Servidor.
Palabra del Dia
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