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Y lo es, señor don Alejandro; y va el Flash tan guapamente con un par de tablas de la cubierta debajo del agua. ¡Canástoles! ¿Quiere usted verlo?... ¿Se atrevería usted, Nieves? ¡Pues no he de atreverme? respondió ésta como extrañada de que Leto lo pusiera en duda.

Sabes le dije, con toda la exuberancia de mi alegría, la de Ribert tiene una carta... ¡Ah! dijo con voz apagada. ¿Y qué dice?... Nada preciso, pero hay muchas esperanzas... ¿Nada preciso?... ¿Seguramente?... preguntó en un tono violento y temeroso a la vez. Puesto que yo te lo digo respondí extrañada al ver aquel temor incomprensible. Nadie está más interesado que yo en creer otra cosa...

Supo encontrar la villa Dandolo y cayó en medio de la familia extrañada, sin más emoción que la que experimentaría al salir de su habitación. Germana le saltó al cuello y le colmó de ternezas; él se dejaba acariciar como un perro que juega con un niño. ¡Qué bueno es usted! le dijo . Ha sabido que yo estaba en peligro y ha corrido a verme. ¡Toma!

¿No me da usted nada más? le pregunto. Y ella se me queda mirando, extrañada, sonriendo por mi exigencia estupenda, y exclama: ¿Qué más quiere usted? Es verdad; me olvido de que estoy en la Meseta y soy un hombre del litoral; yo no debo, en Torrijos, querer comer más cosas. La digestión no resultará pesada; pero hay que ir al casino a tomar un confortable digestivo.

Había visto de repente un camino desconocido, un sendero tortuoso que allí llegaba dando rodeos, y ya no oyó más, ya no se ocupó de otra cosa. Cinco minutos largos permaneció callada, inmóvil, tirando al parecer sus planes. Lilí, con las manitas cruzadas sobre las rodillas y la cabeza baja, la miraba de cuando en cuando a través de sus largas pestañas, extrañada de aquel singular silencio.

Las monjas se acostumbraron, después, a verla inmóvil, al pie del nicho, a veces con las manos juntas y como atónita. Si entonces alguien venía a hablarla, respondía ella con una dulzura extrañada, volviendo en seguida la mirada hacia la imagen, como si hubiesen interrumpido entre ella y el Cristo una vaga comunicación.

Con mil angustias y rodeos, y sin saber él mismo lo que se decía, comenzó su triste tarea, viniendo a decirle al cabo que su hijo estaba enfermo en Madrid y muy grave. La pobre mujer saltó de la silla blanca cual un papel, extrañada y casi irritada como si fuese aquello una broma horrible que vinieran a darle. ¡Imposible! gritó . ¡Si me escribió ayer! ¡Si tengo yo aquí la carta!...

Riéronse todos a carcajadas, y ella, muy extrañada de aquellas risas, prosiguió diciendo: Pues no lo digo de burlas... Creed que lo decía sin ningún arrière-pensée... Como María es tan piadosa y suele darle a todo un tinte devoto... ¡Pues claro está! replicó muy seria la de Bara . Por eso ha convidado también a los congregantes de San Luis.

Al salir, pasó a mi lado y me dijo precipitadamente: Vaya usted a verme mañana temprano, se lo ruego... Me hará usted un gran servicio... Ya sabe usted que salimos a las nueve. Vacilé, extrañada, pero ella me tomó la mano, me la apretó con fuerza y me dijo: ¡Si usted supiera!... Vaya usted; se lo suplico.

La abuela, que se reunió con nosotros en este momento, cambió con la de Ribert una mirada de inteligencia que me ruborizó... Por fortuna, la conversación tomó otro sesgo. ¡Dios mío, te lo ruego, haz que ni la abuela ni la de Ribert adivinen mi niñería! 10 de febrero. Francisca, extrañada porque no me encuentra en ninguna parte, ha venido a buscarme esta mañana.