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Pero lo que perdían en amplitud los argumentos ganábanlo en intensidad. Cada vez eran expresados con mayor y contundente energía, y con más descompasadas voces. De tal modo, que raro era el día que no saliese de allí alguno ronco; generalmente, eran Alvaro Peña y don Feliciano; los más débiles de laringe, no los más voceadores.

Francamente, me engañó ese tuno... Bueno; alguna dejarán... Mañana iremos usted y yo, don Víctor. Pero la noticia les había puesto tristes. Guardaron silencio obstinado. Dentro del salón se oían voces descompasadas, fuertes rumores. Alguna vez sonaba el agudo repique de la campanilla presidencial, llamando al orden.

Quedaba ya poco de día cuando entró con el intérprete en la Ranchería. Apenas le vieron los paisanos cuando con gritos y voces descompasadas mandaron á las mujeres y demás chusma que se huyesen, y ellos echaron mano á las armas aguardándole con semblante feroz y con ojos que despedían llamas. El intérprete Izú levantó la voz, diciendo no matasen á aquel hombre que no era enemigo suyo.

Un grupo de mujeres, abrigadas con mantones grises y envuelta la cabeza en sereneros de estambre de varios colores entró en la tienda, animándola repentinamente con una ráfaga de saludos y movimientos desordenados. D.ª Feliciana y Carmen se levantaron y salieron á recibirlas. Hubo por breve rato besos sonoros en las mejillas, risas descompasadas y preguntas sin fin.

Otra fila de ómnibus, con las portezuelas abiertas, convidaba a los curiosos a subir. Los cocheros nos animaban con voces descompasadas. Uno de ellos gritaba al pie de su carruaje: ¡Eh, eh! ¡al patíbulo! ¡dos reales al patíbulo! Me sentía aturdido, y empecé a subir por la calle de la Montera, empujado por la ola de la multitud.

Trataba á los hombres con la mas noble altivez, alzando el pescuezo, hablando en tan descompasadas y recias voces, y en tono tan altivo, y afectando ademanes tan arrogantes, que á quantos le saludaban les venían tentaciones de hartarle de bofetadas. Era con esto enamorado hasta no mas, y Cunegunda le pareció la mas hermosa criatura de quantas habia visto.

No, querida mamá respondió Liette con su buen humor habitual; un poco de cansancio sin duda... Eso es lo que tiene el acostarse a horas descompasadas. Y volvió a empezar laboriosamente la suma.

Repito que vengo a echarte de esta casa y del puesto que usurpas repuso ésta con tranquilidad amenazadora, desafiándola con la mirada. La Amparo hizo un movimiento de arrojarse sobre ella, pero deteniéndose súbito se puso a gritar con voces descompasadas: ¡Pepe, Gregorio, Anselmo! A ver, que vengan todos. ¡Pepe, Gregorio! ¡Echadme esta tía de casa, que me está insultando!