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Actualizado: 11 de julio de 2025
Don Paco se acercó a Juanita para besarla. Ella le separó con suavidad y se esquivó poniéndose muy seria y exclamando: Déjame. No te llegues a mí. Respétame como a tu reina y como mi caballero que eres. Las flores del romero serán miel en su día; ahora, no. Ve mañana a mi casa, a las diez y media de la noche. Allí hablaremos con mi madre. Adiós.
Amaury estaba, de nuevo a los pies de su amada, pero esta vez Avrigny, lejos de irritarse como la víspera, le indicó que no se moviese y tras de contemplar un momento aquel hermoso grupo, les tendió sus manos, exclamando: ¡Hijos míos!
Preocupados solo de su salvación, el deán y Molina no se habían mirado en el camino, pero al detenerse cerca del Santo se contemplaron mutuamente exclamando de mala manera al mismo tiempo: ¿Usted por aquí? Encontrarse y comenzar a reñir, todo fue uno.
Por lo que hace al marqués, quedóse suspenso un instante, y de súbito, agarrando al pastor por los cabellos, se los mesó y refregó con furia, exclamando: Para que otra vez dejes acuchillar a los animales..., toma..., toma..., toma.... Rompió el chico a llorar becerrilmente, lanzando angustiosas miradas al impasible Primitivo. Don Pedro se volvió hacia éste.
Por fin, un día en que Ramiro llegó a sentir de modo insufrible el tormento del hambre, el anciano misterioso acertó a pasar a la hora del anochecer, llevando por delante, sobre la silla, un cesto pequeño lleno de hogaza y una ristra de cebollas colgada del hombro. Ramiro caminó hacia él, exclamando: ¡Dadme, por Dios, una cebolla y un poco de pan! El hombre prosiguió su camino.
Hay instantes en que resulta grosera la más delicada voluptuosidad: amar sin deseo es peor que comer sin hambre. Anda dijo ella, tragándose el salado amargor de las lágrimas ; confiesa que no vuelves..., que te has cansado de mí. Entonces él no pudo más, y mintió por salir del atolladero, exclamando: ¡No he de volver! A esta frase se agarró ella como a clavo ardiendo.
Aun sobre estas frutas de sartén filosofaba Teletusa con agudeza y con gracia exclamando: Nadie me quitará de la cabeza, que la materia prima es única, sin que sean menester elementos distintos para producir las mil distintas cosas que llenan y enriquecen el universo.
El coche marchaba por una serie de calles estrechísimas, bailando muy más de la cuenta para mis huesos; pero como yo venía dispuesto a admirarme de todo y hallarlo de perlas, lejos de quejarme, sacaba a menudo la cabeza por la ventanilla y echando una ojeada a las casas de pobre apariencia que íbamos pasando, me dejaba caer otra vez sobre el asiento, exclamando lleno de gozo: «¡Oh, qué árabe, qué árabe es todo esto!»
Rosa llegó a la sala, y ¡cuál no se quedaría al ver a Marisalada asomada al postigo y oyendo al cantor con toda la atención de que era capaz! Entonces se persignó, exclamando: ¡Y todavía no ha cumplido trece años! ¡Sobre que ya no hay niñas!
No se rompen fácilmente los lazos de una afección de veinte años, cuando se tiene un corazón tierno y generoso; Herminia fué la prueba. No pudo ver llorar tan amargamente á la mujer que la había educado y dejando el brazo de Mauricio, corrió á la señorita Guichard, con los ojos llenos de lágrimas y exclamando: ¡Tía mía! No llore usted más ... ¡Me desgarra usted el corazón!
Palabra del Dia
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