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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Uno soltó la carcajada exclamando: ¡Si es uno de los chicos de la bomba! ¡Dale, dale, niño, que está duro! Los otros también soltaron a reir brutalmente y comenzaron a animar al pobrecito sonámbulo. ¡Duro, duro!... ¡Anda con ello!... ¡Más fuerte, chico, que no sube el agua! El desdichado niño, con las voces, redoblaba sus esfuerzos imaginarios moviéndose cada vez con mayor velocidad.
Entonces ya la niña, comprendiendo, y descolorida y turbada, le asió de la manga de la americana, exclamando: ¿Pero qué... cómo? ¿Qué quiere decir eso del tren? Lo natural, señora pronunció con su ademán cansado el viajero . Que sigo mi ruta; que voy a París. ¡Y me deja usted así... sola! ¡Sola aquí, en Francia! gimió Lucía con el mayor desconsuelo del mundo.
¡El Hombre-Montaña se ha escapado!... ¡El gigante se marcha de la capital!... Y todos, al oir esto, pensaban lo mismo. El coloso era hombre, y por solidaridad de sexo iba indudablemente á unirse con los revolucionarios. Los pesimistas levantaban las manos hacia el cielo, exclamando: ¡Sólo nos faltaba esta nueva calamidad!...
Halagado Delaberge por la confianza que le mostraba, la encontraba cada vez más encantadora. De pronto se paró ella exclamando: ¡Estoy cierta, señor, de que mi charla le molesta un poco! Se engaña usted, señora repuso Delaberge con viva entonación.
Enseguida se llevó ambas manos a la frente y se estremeció de nuevo, exclamando: ¡Dios mío, qué ideas me acometen de pronto, tan negras, tan raras!... ¡qué sobresaltos, qué visiones!... Estoy como en una pesadilla horrorosa... Mi pobre padre, tan tranquilo y descuidado en Peleches; yo, sin saberlo él, aquí ahora, de esta traza, en este mechinal... y un momento hace... ¡Dios eterno!... Leto... yo estoy viva de milagro... yo he debido de ahogarme hoy.
Siguióla Amaury con los ojos, y así que la perdió de vista tomó con dulzura la mano de Magdalena, exclamando con acento apasionado: ¡Ya nos han dejado solos, siquiera sea por un instante! Aprovechémoslo, Magdalena: mírame, dime que me amas, pues a ser sincero, desde que he visto a tu padre tan transformado, voy dudando ya de todo. De mí, bien sabes que te amo, que te amo con todo mi ser.
Ultimamente, empezó a revolotear por la alcoba... yo sentí en mi boca el frío beso de un labio inmundo; di un grito de terror exclamando: ¡Jesús! y la bruja espantada lanzó un prolongado chillido, precipitándose furiosa por la ventana. GUZMÁN. ¡Me contáis cosas estupendas!
Miró a uno y otro lado del pasillo, vio que nadie venía, y cogiendo a la avispa por el talle, a riesgo de quebrarle un ala, la atrajo hacia sí y le plantó en el cuello un beso como no se lo había dado a mujer alguna desde la regencia de Espartero, exclamando: ¡Tú vas a ser mi perdición! ¡Y usted la mía! repuso ella con la voz trémula, como desposada que viera descorrerse las cortinas del tálamo.
Y enterándose rápidamente de lo que decía, levantó la cabeza, exclamando con satisfacción: ¿Conque es usted de los netos? ¿Y ha hecho la campaña en el Norte? Apriete usted esa mano, compañero. A nadie se la doy yo con más satisfacción que a los soldados del rey y la religión... ¿Con qué general ha estado usted? He servido a las órdenes de Ollo y Dorregaray.
Alguna que otra vez me interrumpía extendiendo la mano; hacía una observación en términos precisos, y cuando terminaba, volvía a extender la mano, diciendo lleno de condescendencia: «Puede usted continuar». Cuando me dirigía alguna pregunta y yo me disponía a contestar como Dios me sugiriese, solía atajarme exclamando; «¡Método! ¡método!
Palabra del Dia
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