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Actualizado: 11 de julio de 2025
Y se dejó caer sobre el parapeto del camino, exclamando: ¡Alma! ¡Alma! ¡Alma!... Su desesperación palpitaba sordamente bajo la fe que despertaba en su interior esta invocación. No quería ni podía resignarse a la monstruosa realidad, y un ímpetu violento de iracundo desdén le sublevaba.
Cachucha bajó con ligereza del caballejo y corrió hacia la casa por donde había desaparecido el perro, agitando el sable en el aire con nerviosa mano y exclamando con toda la fuerza de sus pulmones: ¡Compañeros, salvemos a nuestro padre, salvemos a nuestra providencia! =El indulto= Don Salvador Bueno era el vecino más respetable, más sabio, más caritativo y más rico del pueblo.
¡Pero es horrible entrar en una noche sin límites, eterna! No tal... La vida es una pesadilla... La muerte es un sueño tranquilo... Cerró de nuevo los ojos. El P. Gil le apretó cariñosamente la mano, exclamando: ¡Quién sabe! La mano del moribundo se estremeció levemente. El excusador no volvió a desplegar los labios.
En efecto, cuando por algún apuro imprescindible D.ª Carolina la llamaba para que se estuviese al lado de los novios, mientras ella permanecía fuera, Presentación levantaba los brazos al cielo exclamando: ¡Dios mío, qué pecado habré cometido para desempeñar tan joven estos papeles! Y si la señora tardaba mucho, se escapaba diciendo: No puedo más. Dispensadme. Cuidado con ser buenos.
Es delito tan inmenso Que hay vida y hay muerte en ellos. Huyen los que celebran el banquete; Baltasar cae en tierra anonadado, y la Muerte lo acaba, exclamando: ¡Al que vasos profana Divinos, postra severo; Y el que comulga en pecado Profana el vaso del templo! A la conclusión se nota el enlace que tiene este auto con el Sacramento, objeto de toda la obra dramática: LA IDOLATRÍA.
Esforzose en experimentar inmenso desahogo; esforzose en pensar con alegría que los ojos terribles de la sarracena habían chirriado en las llamas; que su carne maldita era ahora ardiente despojo cayendo a pedazos en la hoguera; que su misterioso poder y sus hechizos diabólicos se habían hundido con su alma en la negrura de los infiernos; y sintiendo correr las lágrimas por su rostro, postrose de rodillas entre los pies de la muchedumbre, exclamando con fuerza: ¡Oh, santa, santa Inquisición, tu justicia me redime, tu hoguera me salva!
En aquel momento dirigió los ojos hacia el lugar donde reposaba Magdalena, y levantose de súbito, apoyando la mano sobre uno de los brazos de su butaca con una fuerza insólita, exclamando con visible emoción: ¿Quién es aquel que está ante la tumba de Magdalena? Dime, ¿quién es? Después sentose de nuevo, diciendo: ¡Ah! no es un extraño: es él. ¿Quién? exclamó Antoñita precipitándose al exterior.
Bajó el joven en seguida, y al verle entrar el padre de Magdalena se adelantó hacia él con los brazos abiertos, exclamando: ¡Gracias, hijo mío! Ya confiaba yo en ti y sabía que no me equivocaba al contar con tu valor. Amaury respondió a esta lisonja con un triste movimiento de cabeza, y sonriéndose con amargura se disponía a replicar cuando entró Antonia, llamada también por su tío.
¿Ha tosido usted? preguntó el excusador, sentándose. No... la he pasado toda llorando. El clérigo la miró estupefacto. ¿Cómo es eso, hija mía? Obdulia se llevó el pañuelo a los ojos y no contestó. Al cabo de un largo silencio dejó caer el pañuelo, se apoderó de una mano de su confesor y la besó con efusión repetidas veces y la llenó de lágrimas, exclamando: ¡Soy muy desgraciada!
Pero todavía mientras la quitaba la sangre de la cara con un paño mojado, no podía menos de dar suelta a su genio exclamando: ¿Lo ves? Esto te ha sucedido por desvergonzada. La brigadiera, aunque parezca extraño después de lo que acabamos de decir, amaba a su hija; pero la amaba a su manera, mortificándola sin cesar para plegarla de un modo incondicional a su voluntad.
Palabra del Dia
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