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Oscurecióse de repente el cielo; cubrióse de negras nubes sin que precediese anuncio de tempestad, rompió esta con grandes truenos y relámpagos y granizo, y mientras los hombres ofendian á la naturaleza con la muerte de aquellos dos justos, con tanta crueldad sacrificados, esta demostró hacer por ellos sentimiento enlutándose en medio de su mas esplendorosa gala . Insensible el orgulloso Amir á tan evidente testimonio, jura lleno de furor que raerá de sus vastos dominios la cizaña de la cristiana.

Cubrióse la mesa de tajadas de melón, peras y manzanas, avellanas y nueces; pero esto pasó sin gran éxito, atreviéndose el tío sólo con algunos pedazos de fruta que le mandó Juanito. Después, la clásica sopada, sin la cual don Juan no comprendía los banquetes: una gran fuente de crema, en la que se empapaban apretadas filas de pequeños bizcochos.

Los dos hombres se volvieron de repente por no poder atravesar el gentío, y asustado Jacobo cubrióse al punto el rostro con el pañuelo cual si se limpiase las narices, y subiendo muy de prisa la escalerilla del Carmen, entróse en el templo...

A las dos en punto entró este por la puerta de la cámara, seguido del mayordomo mayor, el Grande de servicio, los ayudantes y todos los Grandes ya cubiertos; vestía el rey uniforme de capitán general y traía el tricornio en la mano. Sentóse y cubrióse, y los Grandes se cubrieron y quedaron en pie a uno y otro lado de la Saleta. Iba a comenzar la ceremonia.

Cubrióse en el acto el marqués, y dirigiéndose al rey, pronunció un breve discurso, en que, según la costumbre, trazó a grandes rasgos la gloriosa historia de su familia, que comenzaba en aquel Fortún de Torres, que peleó con Alfonso el Sabio y murió en el Alcázar de Jerez, agarrando con los dientes la bandera de su rey, por no poderla ya sujetar ni defender con sus dos manos mutiladas...

Vistióse de negro, envolvióse en una capa parda, cubrióse con un ancho sombrero, y se fué en derechura con su carta cerrada á casa de la duquesa de Gandía, ó más bien á la calle donde la casa estaba situada.

Pero ¡ay! ¡es demasiado tarde... demasiado tarde! ¿Demasiado tarde? exclamé. ¿Por qué? Quedó callada. Su semblante cubriose de una repentina palidez mortal y hasta sus labios se pusieron blancos: luego la vi temblar de pies a cabeza. Repetí mi pregunta gravemente, con mis ojos fijos en ella.

Y con tan poca entereza como mi amo, el oficial inglés no se cuidó de disimular su inmensa pena: cubriose la cara con las manos y lloró, con toda la expresiva franqueza del verdadero dolor, al jefe, al protector y al amigo.

Entonces el hombre insustancial y frívolo, que no había vertido una lágrima desde la muerte de su madre, se dejó caer en una butaca, cubriose el rostro temiendo que le hicieran burla las Venus de bronce, las fotografías de mujeres hermosas o los retratos de queridas olvidadas y se echó a llorar como un niño. Capítulo XX

Sin acuerdo previo, como si los odios de sus familias, las frases y maldiciones oídas en sus barracas surgiesen en ellas de golpe, todas cayeron á un tiempo sobre la hija de Batiste. ¡Lladrona! ¡lladrona!... Desapareció Roseta bajo los amenazantes brazos. Su cara cubrióse de rasguños. Agobiada por tantos golpes, ni caer pudo, pues las mismas apreturas de sus enemigas la mantenían derecha.