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Actualizado: 4 de junio de 2025
Y desde entonces, por mucho que la princesa se deleitase en contemplar las flores que representaban vidas de esclavos y montones de riquezas, siempre se le iban los ojos hacia la florecilla humilde, cuya semilla trajo el aire misterioso de regiones lejanas. Lo mismo le pasaba a don Juan.
Siento una dejadez, un quebranto, un abandono de la voluntad, una facilidad tan grande para las lágrimas; lloro tan fácilmente de ternura al ver una florecilla bonita o al contemplar el rayo misterioso, tenue y ligerísimo de una remota estrella, que casi tengo miedo. Dígame Vd. qué piensa de estas cosas; si hay algo de enfermizo en esta disposición de mi ánimo. 8 de Abril.
Plantamos en torno de la fuente la flor preferida, la encantadora florecilla azul, la dulce myosotis, tan querida de los enamorados. ¡Qué cuidado con nuestras plantas! ¡Qué deseo de que florecieran pronto! Dividimos los arriates en dos partes. Linilla sembraba una, yo la otra. ¿Dónde brotará la primera flor? ¿En mis cuadros o en los tuyos? En los míos, porque ¡yo te quiero más que tú a mí!
Eva azotaba nerviosamente con la fusta las hojas secas que quedaban todavía en las ramas muertas... Carlos se mordía el bigote oprimido por la conciencia de la palabra irreparable arrancada a su conciencia. ¿Quién sabía? Acaso le amaba ya un poco, a él, que la amaba tan apasionadamente... Acaso su brutal franqueza había helado la florecilla azul de un áspero frío de invierno.
Bien podía ser que escribiese a su amada llenando el papel con versos ingenuos y simples, como la florecilla azul que apunta en el alma de toda pasión germánica. Y al adivinar el amor en estos esclavos de la responsabilidad que velaban por la suerte del pueblo flotante, lo veía único, noble, rectilíneo, lo mismo que el deber y la disciplina que mantenían a todos en sus puestos.
No hacía un año que terminara un Libro de horas para la Reina de Francia, que fué asombro de aquella Corte, y ahora, ¡no podía trazar la más insignificante florecilla! ¡El, que había logrado pintar dentro de la inicial de Stabat Mater el rostro de la Madre de Dios, con tanto primor y arte, que se veían rodar las lágrimas por las mejillas de la Dolorosa! ¡El, que había orlado los versículos del Magníficat con follajes y roleos inconcebiblemente diminutos!
¡Ya! Tal era el suspiro ahogado que oprimía el pecho de los dos jinetes que volvían lentamente a la cacería en las primeras sombras del crepúsculo, que no es ya el día y no es todavía la noche, en que el sol se apaga y las estrellas no se encienden todavía, en que pasa un escalofrío helado por los seres y las cosas como el adiós de lo que se va para no volver; en la vaga melancolía de esa estación indecisa que no es ya el verano y no es todavía el invierno; en la que, por una suprema coquetería, el aire se hace más tibio y los últimos rayos del sol más acariciadores; en que la tierra pone sobre su desnudez una alfombra de tonos bermejos como una inmensa piel de león; en las últimas hojas de oro pálido o de cobre rojo parecen desprenderse de las ramas como alas de gigantes mariposas; en que los árboles tienen perfumes más acres; en que la menor florecilla toma aspecto de reina desterrada, en que el viento que sopla entre las ramas parece el último murmullo de los nidos.
Nuestro bello sueño se rompería las alas contra las brutales realidades de la existencia; devolvámosle su vuelo y mirémosle perderse en el espacio entre una sonrisa y una lágrima. Este recuerdo será para mí la florecilla azul cogida juntos y que se secará solitaria en la mejor página del libro de mi vida.
La florecilla silvestre por poco se muere aquí de asfixia física y moral. Nuestro viaje fue bueno y velé por ella con cuidados de nodriza. Reíame para mis adentros y, sin embargo, me sentía asaltado por mil temores quiméricos.
...¿Quieres saber lo que ha sido de mi amiguita Elena Lacante?... Celebro haber logrado interesarte por esta niña singular; una florecilla silvestre trasplantada de aquella landa bretona, que cubre con su gran sombra el alto campanario calado, a este hormiguero parisiense, agitado, turbulento, escéptico, burlón y malsano, en el que los intereses, los placeres, los teatros, los museos, todas las invenciones de la ciencia y de la civilización, dejan tan poco espacio al recogimiento de las almas pensativas.
Palabra del Dia
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