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Actualizado: 13 de junio de 2025
Los diarios quehaceres de la vida conventual no pudieron hacerlo olvidar su pena: ni los versículos de los Salmos ni las oraciones del Oficio.
Es un ascua desnuda, atizada, flamígera, ígneo carbunclo, que lanza hacia lo alto dos rayos sublimes. El lectoral recuerda los dos cuernos de llama de Moisés; y resuenan, al pronto, en su memoria los versículos de la Escritura que dictan la ley elemental y el deber de castigar a los adoradores del becerro.
En un cofrecillo muy chico cabían los libros que poseía, siendo el de encuadernación más resentida por el continuo uso y el de hojas más manoseadas, los Santos Evangelios. Ni los Padres de la Iglesia ni los excelsos místicos le deleitaban tanto como aquellos sencillos versículos que ofrecen, a quien sabe leerlos, mundos de pensamientos encerrados en frases sobrias.
Delante, marchaba el ataúd en hombros de los mineros, escoltado por mujeres que daban alaridos y se mesaban el pelo con desesperación de gitanas, y detrás don Facundo, montado en su burra, con sobrepelliz y bonete, seguido á pie por el sacristán, al que llamaba su «corneta de órdenes», siempre cantando, pues los parientes ponían reparos á la hora de pagar si cantaba poco, repitiendo automáticamente los versículos del oficio de difuntos, al mismo tiempo que se daba el compás esgrimiendo sobre su cabeza la vara de fresno con que arreaba á la cabalgadura.
La misa se dividia en dos partes, la de los catecúmenos y la del Sacrificio: leíase primero una profecía del Antiguo Testamento, una Epístola de S. Pablo y una parte de los Evangelios; añadíanse algunos responsorios y unos versículos con Alleluya, que era lo que entonces llamaban Laudes; seguia el Ofertorio, y luego un diácono en voz alta mandaba á los catecúmenos retirarse.
Pero cuando se entraba en el terreno de las grandes culpas colectivas, cuando se tocaba a los sagrados mandamientos o al dogma, su corazón se cerraba como un puño. Impregnado, desde joven, del espíritu del Antiguo Testamento, vibraba él mismo esa justicia rencorosa, inexorable, tremenda, que parece rugir como un trueno a través de los versículos.
Solo de vez en cuando entre la multitud de sus gestos corporales van mezcladas las esclamaciones: ¡Solo Dios es grande! ¡A Dios las alabanzas! ¡No hay mas Dios que Dios! y otras por este estilo, con algunos versículos del Koran, especialmente los siete de la primera Sura, que es mas bien un himno que una deprecacion, á la manera de muchos Salmos de David.
Señor de los mundos, clementísimo, misericordiosísimo, rei del dia del juicio final, adoramoste, é imploramos tu asistencia; dirigenos por el camino recto, el camino de aquellos á quienes has colmado de tus beneficios, de los que son sin corrupcion, y no del número de los estraviados. Amen. Luego se reza un capítulo ó algunos versículos del coran en la misma actitud.
No hacía un año que terminara un Libro de horas para la Reina de Francia, que fué asombro de aquella Corte, y ahora, ¡no podía trazar la más insignificante florecilla! ¡El, que había logrado pintar dentro de la inicial de Stabat Mater el rostro de la Madre de Dios, con tanto primor y arte, que se veían rodar las lágrimas por las mejillas de la Dolorosa! ¡El, que había orlado los versículos del Magníficat con follajes y roleos inconcebiblemente diminutos!
En cuanto Sepúlveda se sentaba satisfecho, como el que hincó el alfiler donde quiso, se ponía el clérigo en pie, magnífico, regañón, confuso, apresurado. «¡No es verdad que los indios de México mataran cincuenta mil en sacrificios al año, sino veinte apenas, que es menos de lo que mata España en la horca!» «¡No es verdad que sean gente bárbara y de pecados horribles, porque no hay pecado suyo que no lo tengamos más los europeos; ni somos nosotros quién, con todos nuestros cañones y nuestra avaricia, para comparamos con ellos en tiernos y amigables; ni es para tratado como a fiera un pueblo que tiene virtudes, y poetas, y oficios, y gobierno, y artes!» «¡No es verdad, sino, iniquidad, que el modo mejor que tenga el rey para hacerse de súbditos sea exterminarlos, ni el modo mejor de enseñar la religión a un indio sea echarlo en nombre de la religión a los trabajos de las bestias; y quitarle los hijos y lo que tiene de comer; y ponerlo a halar de la carga con la frente como los bueyes!»Y citaba versículos de la Biblia, artículos de la ley, ejemplos de la historia, párrafos de los autores latinos, todo revuelto y de gran hermosura, como caen las aguas de un torrente, arrastrando en la espuma las piedras y las alimañas del monte.
Palabra del Dia
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