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Actualizado: 4 de julio de 2025


¿Yo?... ¿Qué más quieres que te diga?... Me parece que he elogiado bastante, y de lo que no me merece elogios... ¿a qué hablar?... ¿Por ejemplo?... Si te empeñas... me parece muy censurable tu afán de identificarte con todo este chusmaje... de vestirte como ellos... hablar como ellos... ¡y hasta beber a la par de ellos, Melchor! ¡Apareció el aristócrata!... ¿y qué más?...

Se oyó un tiro de pistola; después un grito penetrante salió de la cámara de Kernok; Zeli se precipitó hacia ella; no era nada, una miseria. Figuraos que Kernok, un poco excitado por el grog, había elogiado mucho su habilidad a Melia. Te apuesto le decía que de un pistoletazo te hago saltar el cuchillo que tienes en la mano.

M. Mignet, que poseía una con otro título, Vida reservada del Señor Rey Phelipe 2.º, por Antonio Pérez, no dudó que el autor fuese realmente el ex-Secretario del Rey elogiado, y transcribió la relación de los últimos momentos del Soberano, porque se supiera que «la muerte no le quiso arrebatar antes de haberle hecho sentir que los príncipes y monarcas de la tierra tienen tan miserables y vergonzosas salidas de la vida como los pobres de ella.

Si me aburriese, no andaría con tapujos, ni lo confesaría sólo in articulo mortis y en lo hondo de mi casa; pero aunque soy fervoroso admirador de aquel glorioso poeta, que era además gran sabio y sutil y razonable filósofo, y aunque le he elogiado pomposamente en varios escritos míos, me sucede ahora que, echando á un lado el prestigio mágico de su estilo, como quien descorre un velo que disimula los defectos y realza las bellezas, he descubierto en el Fausto rarezas tan chocantes, que temo que se me agrien ó se me pudran en lo interior del alma si no las digo y me desahogo.

El P. Melchor había tenido la imprevisión de decir en una casa que los roquetes que le hacía la citada joven eran escasos de manga, y que le costaba trabajo con ellos doblar el brazo. En cambio, había elogiado calurosamente un alzacuello que le había regalado D.ª Marciala. El caso era grave, como cualquiera comprenderá, y debía producir este triste resultado.

Tal vez por esto en vida no fué muy elogiado Herrera de sus coetáneos que le miraron con prevención, y únicamente Lope de Vega le dedicó algunos versos en el libro segundo de su famoso Laurel de Apolo. Del maestro sevillano se dice que «dibujaba con cañas y manejaba el color con gruesas brochas», teniendo singular destreza para ello, y terminando su obra con una rapidez que pasmaba.

Las flores abundaban en Villalegre, gracias a la fuente del ejido, cuyas milagrosas propiedades ya hemos elogiado, y gracias también a otros caudalosos veneros, que brotan entre rocas al pie de la inmediata sierra, y a varias norias y a no pocos pozos de agua dulce, con los cuales se riegan huertos, macetas y arriates.

Palabra del Dia

godella

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